SOMAÉN
Supe de Somaén a través de un programa de televisión que mostraba las casas fabulosas que han crecido como setas en la parte alta del casco urbano, algo que, creo, debe estar relacionado con la puesta en valor de su viejo castillo, convertido hoy en hotel y generador de un nada despreciable flujo turístico hacia un pueblo que, de otra forma, quizá sufriría los estragos del despoblamiento y del olvido. Somaén se asienta en una de las orillas de la hoz que por aquí forma el río Jalón. Un profundo tajo, casi un cañón por cuya ladera trepan las calles y las casas, orientadas al sol de la mañana. Somaén es es un lugar poco poblado, apenas alcanza los treinta empadronados, y quizá este sea el motivo de que sea una pedanía, dependiente del ayuntamiento de Arcos de Jalón. Sin embargo, es innegable el atractivo que ejerce por su emplazamiento, por la belleza de su arquitectura y por la cercanía a numerosos hitos turísticos como son Medinaceli, Santa María de la Huerta o incluso, el Monasterio de Piedra y los balnearios ubicados aguas abajo del Jalón. Aunque por su topónimo y su estratégica posición es probable que fuera un asentamiento defensivo musulmán, la historia importante del pueblo comienza con la construcción del castillo actual, allá por el siglo XIV, vigilante del paso angosto entre Medinaceli y Arcos, alrededor del cual surge un poblamiento estable de agricultores y artesanos donde la lana, el mimbre y una producción agrícola difícil en esta tierra áspera, forman el eje de su producción. Villa independiente y ayuntamiento en el siglo XIX, Somaén sufrió como pocos pueblos sorianos el fuerte despoblamiento del siglo XX, perdiendo cerca de un 80% de sus habitantes y con ello, gran parte de su relevancia administrativa, cediendo por ello la jurisdicción local en favor de Arcos.
© 2017 Jaime Tello García