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JAIME TELLO GARCÍA – Geógrafo, fotógrafo y viajero

Manresa (Barcelona)

MANRESA En Cataluña existe una red de grandes ciudades medievales que se extiende de norte a sur formando un conjunto de urbes que gobernaron amplios territorios y que con la provincialización llevada a cabo en el siglo XIX, perdieron parte de su relevancia. Y sin embargo no perdieron un ápice de su valor histórico y monumental. Vic, Tortosa y Manresa son, seguramente, las tres ciudades más relevantes en este capítulo, cabeceras las tres de veguerías cuyo origen se remonta al …

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MANRESA
En Cataluña existe una red de grandes ciudades medievales que se extiende de norte a sur formando un conjunto de urbes que gobernaron amplios territorios y que con la provincialización llevada a cabo en el siglo XIX, perdieron parte de su relevancia. Y sin embargo no perdieron un ápice de su valor histórico y monumental. Vic, Tortosa y Manresa son, seguramente, las tres ciudades más relevantes en este capítulo, cabeceras las tres de veguerías cuyo origen se remonta al siglo XII, vertebradoras de amplias comarcas que siguen encabezando, y centros comerciales y manufactureros que lo fueron de primer orden hasta bien entrada la modernidad. En el caso de Manresa, la ciudad surgió como emplazamiento amurallado y capital de su veguería, amplia jurisdicción medieval que se configuró al calor del poder creciente del Obispado de Vic, que estableció en tierras de Manresa la ampliación de su jursidicción y sus iglesias, tras la reconquista de estas tierras por parte de Guifred el Pilós en el siglo IX. Establecida como plaza defensiva ante las escaramuzas de los musulmanes, y como avanzadilla de repoblación, Manresa prosperó rápidamente y se convirtió en condado. El casco urbano y la muralla se ampliaron, absorbiendo pequeños núcleos y ermitas de la redolada. El siglo XIII marca el punto en que Manresa se afianza como ciudad gremial, manufacturera y comercial con la celebración de ferias y mercados, y consolida su jurisdicción hasta alcanzar las tierras de Lleida. Además, logra nuevos privilegios reales. Todo ello provoca un importante auge demográfico que configura el perímetro de la Manresa histórica, que hasta la industrialización del siglo XIX supuso la práctica totalidad del espacio construido en la ciudad. El siglo XIV marca el momento de máximo esplendor, en el que la ciudad se dota de sus principales obras góticas que se dota del grueso de su patrimonio monumental, y a la vez marca el inicio de un largo declive fruto de epidemias y guerras que se sucedieron hasta el siglo XVI. No es hasta la industrialización que Manresa recupera parte de su importancia perdida, con un nuevo periodo de gran expansión urbana y demográfica. La ciudad crece a través de grandes ejes como las carreteras de Vic y Cardona, y se beneficia de la llegada del ferrocarril y de la abundancia de mineral en el valle del Cardener. Chimeneas y modernismo crecen al mismo ritmo en una ciudad que es obrera y burguesa. Tras el sufrimiento y la pérdida que para la ciudad supuso la Guerra Civil, Manresa volvió a resurgir como uno de los polos de desarrollo industrial de Cataluña. Recibió en pocos años importantes contingentes de inmigrantes del sur de España que hicieron crecer su población y hasta duplicarla en poco tiempo, al alcanzar los 70000 habitantes, cifra en la que se estabiliza. A finales del siglo XX es un importante centro supracomarcal que ejerce como cabecera de la Cataluña Central. La mejora de las comunicaciones ha favorecido, además, la ampliación de su área de influencia manteniendo estrechos lazos funcionales y residenciales con un gran número de pueblos de su entorno, y formando conurbación con las cercanas Sant Fruitós y Sant Joan de Vilatorrada.
A pesar de todos estos avatares, Manresa sigue manteniendo una fuerte identidad. Una ciudad milenaria, en profunda comunión con su tierra, el Bages, que es una de las piezas fundamentales de la historia de Cataluña. Abrigada por las crestas de Montserrat y por los valles del Cardener y del Llobregat, que confluyen pocos kilómetros al sur y conforman el eje de la industrialización y la riqueza de Cataluña, Manresa conserva un casco urbano excepcional gracias a y a pesar de su agitada historia. La Seu, excepcional obra gótica, se asoma al tajo del Cardener y saluda al viejo puente y a la estación de ferrocarril, al tiempo que da la mano a algunas chimeneas de ladrillo que aún se yerguen y a la Cova de Sant Ignaci, otro de los hitos turísticos de la ciudad. Al norte de la Seu se extiende un entramado urbano que conserva a la perfección su trama medieval, sector urbano que invita a perderse por cuestas y vericuetos en los que surgen testimonios medievales, góticos, barrocos, modernistas y desarrollistas de las distintas etapas de expansión de la ciudad. Aunque en general el casco histórico conserva un aire medieval y romántico, se hacen patentes los desastres que sucesivas oleadas urbanizadoras en la segunda mitad del siglo XX han causado sobre la ciudad histórica. Y aún así, mantiene espacios excepcionales como el bulevar romántico del Passeig de Pere III, o el Parc de Puigterrá, mirador sobre la ciudad y sobre Montserrat. A sus pies, palacios y casonas, calles intrincadas, viejos hospitales, capillas y conventos que giran en torno a la Plaça Major, forman una de las ciudades más interesantes y desconocidas de Cataluña, alejada de las grandes rutas turísticas. Manresa, un crisol de la historia y la esencia de Cataluña.
© 2017 Jaime Tello García


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