Huesa del Común (Teruel)

HUESA DEL COMÚN Huesa del Común es un pueblo solitario y bellísimo iluminado por unos cielos alborotados por la conjunción de tierras, de climas y de regiones aragonesas que aquí se encuentran. Paseando por sus calles aún parece que se pueda vivir a espaldas de la civilización, tal es la desolación que sentí. Una sensación reconfortante y extraña que se enfrenta a la modernidad salvaje en la que vivimos. Huesa es un pueblo de las Cuencas Mineras de Teruel. Un …

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HUESA DEL COMÚN
Huesa del Común es un pueblo solitario y bellísimo iluminado por unos cielos alborotados por la conjunción de tierras, de climas y de regiones aragonesas que aquí se encuentran. Paseando por sus calles aún parece que se pueda vivir a espaldas de la civilización, tal es la desolación que sentí. Una sensación reconfortante y extraña que se enfrenta a la modernidad salvaje en la que vivimos. Huesa es un pueblo de las Cuencas Mineras de Teruel. Un pueblo escondido, perdido como pocos que yo haya visto, en tierras turolenses, justo en el borde donde tocan las tierras altas mudéjares, al sur, y las amplias penillanuras casi desérticas que ya parecen buscar el Ebro y Zaragoza. Huesa es famosa por ser lugar de escalada, y es fácil entenderlo ya en la distancia por el paisaje abrupto que resguarda al pueblo, agujas y muelas sobre las que se levanta su viejo y arruinado castillo. Desde las zonas más altas del pueblo, el paisaje que se abre hacia el norte ya recuerda más al cereal y al yermo de las tierras de Belchite o el Bajo Martín que a las sierras, pinares y a la exuberancia del interior de su provincia. El castillo de época musulmana de la vieja Ossa, que tras la reconquista se convertiría en cabeza del "Común de Huesa", ha vigilado durante siglos el amplio horizonte que se abre a sus pies, y la atalaya ha vivido mil y una escaramuzas con la villa de Huesa y su tierra siempre en juego. Tras pasar a la familia Luna y al dominio de Daroca, Huesa compró de nuevo su independencia pasando a ser realengo de Sesma de Huesa. En el siglo XIX se arruina definitivamente su castillo y la villa entra en un largo periodo de decadencia potenciada por su aislamiento y las difíciles condiciones de vida en esta tierra de clima y fertilidad algo hostil. La masiva emigración de la segunda mitad del siglo XX redujo su población en más de un 70% hasta los apenas 100 vecinos con los que Huesa ha entrado en el siglo XX. Como en tantos otros casos, quizá sea ese abandono el que esté detrás de la extraordinaria calidad de su recinto urbano, plagado de placetas, portales y en su extremo sur, la Iglesia de San Miguel, preciosa joya barroca de torre de reminiscencias mudéjares que es punto de encuentro y referente del pueblo. A sus pies, como regalo de despedida, tuve la suerte de toparme con un rebaño de cabras montesas que habían acudido en busca de comida y que, asustadas, corrieron al percatarse de mi presencia, a adentrarse en las profundidades de la sierra.
© 2017 Jaime Tello García


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