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JAIME TELLO GARCÍA – Geógrafo, fotógrafo y viajero

Huerta (Salamanca)

HUERTA No se puede negar que Huerta tiene un nombre de lo más descriptivo. Enclavado en la misma orilla del Tormes, cerca ya del brusco «codo del Tormes», que el río hace hacia poniente para dirigirse hacia la capital y en busca de las Arribes, Huerta se rodea, pues eso, de la inmensa huerta que se extiende por la ribera y el valle del viejo río. Bellísimos colores vegetales que varían a lo largo del año, del verde intenso de …

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HUERTA
No se puede negar que Huerta tiene un nombre de lo más descriptivo. Enclavado en la misma orilla del Tormes, cerca ya del brusco "codo del Tormes", que el río hace hacia poniente para dirigirse hacia la capital y en busca de las Arribes, Huerta se rodea, pues eso, de la inmensa huerta que se extiende por la ribera y el valle del viejo río. Bellísimos colores vegetales que varían a lo largo del año, del verde intenso de los cereales creciendo a la preciosa yerma soledad tras la cosecha o la intensidad de la tierra en barbecho. El poblamiento estable de Huerta comenzó, como en tantos pueblos de la meseta, con la reconquista y la posterior repoblación de los nuevos dominios. La pequeña villa prosperó hasta alcanzar un periodo de relativo esplendor entre los siglos XV y XVI, en los que la actividad agrícola y el aprovechamiento del agua mediante molinos y aceñas impulsó la actividad e hizo crecer la población. Las riadas acaecidas en el siglo XVII arrasaron no solo los campos, sino buena parte del pueblo, y sumergieron a Huerta en un largo periodo de decadencia. Escenario de la Guerra de la Independencia por su cercanía a Salamanca y a Arapiles, el siglo XIX no es más propicio para el progreso de Huerta, que conoce un largo periodo de estancamiento. No es hasta el siglo XX, con la introducción masiva de regadíos, cuando Huerta levanta cabeza aunque sin poder evitar el éxodo rural que se generaliza en Castilla a partir de los años 60 y 70 del siglo XX. Hoy, Huerta se beneficia de la cercanía a Salamanca, y al igual que Encinas, las dos Calvarrasas, o los Moriscos, mantiene su población e incluso gana algunos habitantes al calor de la burbuja inmobiliaria y el menor precio de la vivienda. El casco urbano, dispuesto en torno a la Iglesia, sencillo edificio del siglo XVI, se dispone de forma irregular a ambos lados del viejo camino que unía Salamanca y Madrid, y que en tiempos pasados hizo surgir en el pueblo viejos mesones que daban cobijo y alimento a los viajeros. Casas antiguas de ladrillo y piedra, y nuevas casas muy urbanas que unas veces han respetado la arquitectura del entorno, y otras, las más, no tanto. Siempre limitado por el curso del Tormes, el pueblo tiene en el río, en sus riberas y alamedas, su principal activo de cara a su explotación turística.
© 2017 Jaime Tello García


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