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JAIME TELLO GARCÍA – Geógrafo, fotógrafo y viajero

Beceite (Teruel)

BECEITE Permítanme manifestar mi entusiasmo por Beceite y por la comarca aragonesa del Matarraña, regada y vertebrada por algunos de los ríos mejor conservados de la España mediterránea: el propio Matarraña, el Tastavins y el Algars. No es mi tierra, no nací aquí ni aquí encuentro mis raíces familiares, la descubrí casi por casualidad y desde el principio me sentí hechizado por sus paisajes, por sus pueblos, por sus olores y por la cercanía con un mar que ya se …

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BECEITE
Permítanme manifestar mi entusiasmo por Beceite y por la comarca aragonesa del Matarraña, regada y vertebrada por algunos de los ríos mejor conservados de la España mediterránea: el propio Matarraña, el Tastavins y el Algars. No es mi tierra, no nací aquí ni aquí encuentro mis raíces familiares, la descubrí casi por casualidad y desde el principio me sentí hechizado por sus paisajes, por sus pueblos, por sus olores y por la cercanía con un mar que ya se intuye y que sin embargo parece lejano, que se hubiera querido apartar levantando una barrera montañosa casi infranqueable, los Puertos de Beceite. Tierra y pueblos medievales, de castillos y murallas, de gótico, renacimiento y barroco, de olivo, almendro y profundos pinares.
Y Beceite es uno de sus pueblos más hermosos. No sabría decir con exactitud las veces que he visitado Beceite, deben ser más de diez sin duda en los pocos años que han pasado desde que descubrí esta comarca. A veces me acerco hasta aquí para dar un simple paseo por sus calles, otras para alojarme uno o varios días y disfrutar de la hospitalidad, la excelente cocina y la paz inmensa que me regala la Font del Pas, hotel a la entrada del pueblo que ocupa una de los viejos molinos papeleros que abundaron aquí, impulsados por las aguas del río Matarraña cuyo rumor es un lujo sentir al abrir la ventana de la habitación, recién levantado, a la espera de un desayuno exquisito y un día de aventura en esta tierra medieval. No es mi costumbre referirme a establecimientos concretos, pero no podía dejar de mencionar el hotel que Ángeles y Ramón regentan con mimo, que restauraron de forma minuciosa y que es mi lugar de retiro predilecto.
Beceite es el último y más remoto de los pueblos de la comarca, ubicado en un "cul de sac" a partir del cual no sigue la carretera hacia otras tierras, sino que se ve interrumpida por la magnificencia de los Puertos. Beceite se encuentra escondido en las profundidades de esta sierra que ejerce de frontera natural entre Aragón, Cataluña y la Comunidad Valenciana y que alberga, a mi parecer y el de otros entendidos, el bosque mediterráneo mejor conservado de la península. El propio acceso al pueblo se hace complejo y tortuoso a traves de la única carretera en buen estado que lo comunica, que viene de Valderrobres. Un tajo en la roca conduce al puente que, saltado el Matarraña, se acerca a las puertas de la villa. A la izquierda del puente sale un camino misterioso, que algunos mapas reflejan y otros no, que siguiendo paralelo al Algars conducirá a Lledó entre montañas, huertas y bosque mediterráneo. Algunos mapas también reflejan la existencia de un viejo camino que, partiendo desde Beceite hacia el sur y más allá del Parrissal, comunicaba con tierras levantinas atravesando la sierra. Esa es mi asignatura pendiente, adentrarme en las montañas en búsqueda del corazón y la esencia de esta comarca maravillosa. Por degracia, no soy muy amigo del senderismo, y opto por pasear por las calles del pueblo.
Es cierto que Beceite no es el pueblo más monumental de la comarca, Valderrobres o Calaceite juegan ese papel, y sin embargo es un pueblo singular, especial por su ubicación y porque aún conserva casi intacta su estructura de villa amurallada. Varias puertas dan acceso al recinto de su casco urbano, que en las últimas décadas ha experimentado un gran crecimiento debido al auge del turismo rural y la segunda residencia, beneficiado por la cercanía a las tierras catalanas, donde esta cercana tierra aragonesa se ha puesto tan de moda. La estructura de la villa guarda la esencia de su pasado morisco y medieval, un entramado urbano irregular adaptado a la orografía y que conduce irremisiblemente al punto más alto, donde se ubicara el desaparecido castillo y cercano ya a los edificios de su Iglesia de San Bartolomé, del siglo XVIII con elementos góticos y barrocos, y el Ayuntamiento, fabuloso edificio renacentista con lonja en la línea de la tradición bajoaragonesa. Por las calles del pueblo aparecen un gran número de casonas y algunos palacios góticos y renacentistas levantados en sillar, de portales adovelados, que recuerdan la importancia que tuvo esta plaza en la defensa de la frontera entre reinos y los linajes importantes que albergara.
Una joya medieval escondida entre montañas.
©2017 Jaime Tello García


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