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JAIME TELLO GARCÍA – Geógrafo, fotógrafo y viajero

Ventosa del Ducado (Soria)

VENTOSA DEL DUCADO Años antes de visitar Ventosa y circulando por una carretera cercana ya me había percatado de su existencia y había captado mi interés, cuando atisbé, no sin poco esfuerzo, su tímido perfil urbano sobre el marcado cerro en el que se asienta. Qué lugar tan recóndito para establecer un asentamiento, pensé. ¿Serían motivos defensivos los que movieron a sus primeros pobladores?. El cabezo de Ventosa se integra en esta tierra serrana del sur de Soria, de paisajes …

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VENTOSA DEL DUCADO
Años antes de visitar Ventosa y circulando por una carretera cercana ya me había percatado de su existencia y había captado mi interés, cuando atisbé, no sin poco esfuerzo, su tímido perfil urbano sobre el marcado cerro en el que se asienta. Qué lugar tan recóndito para establecer un asentamiento, pensé. ¿Serían motivos defensivos los que movieron a sus primeros pobladores?. El cabezo de Ventosa se integra en esta tierra serrana del sur de Soria, de paisajes que oscilan entre lo abrupto y lo amable, marcados por el juego entre cerros suaves y no muy elevados y valles por los que corren (de vez en cuando) arroyos y torrentes que confluirán en el importante Río Henares, que nace en esta Sierra Ministra. Por aquí corren importantes infraestructuras que vertebran el país, carreteras y ferrocarril, aprovechando la escasa altura de sus sierras (cuyas cotas más altas rondan los 1300 metros) y la amplitud de sus valles. Y a pesar de esto, el desarrollo parece haber dado la espalda a pueblos como Ventosa, que han sufrido un pavoroso despoblamiento en las últimas décadas. Hasta el punto de quedar totalmente despoblados. Ventosa del Ducado podría parecer uno de estos pueblos, y a nadie le extrañaría que hubiese quedado vacío dada su ubicación, en lo alto de un cerro con difícil acceso al agua y a las tierras de cultivo y con un clima cruel, ya que aunque visité el pueblo en una mañana de junio, sospecho que su topónimo no debe ser baladí, y el viento serrano ha de golpear con fuerza los muros de sus casas.
Y sin embargo, hay vida y esperanza en La Ventosa. Algunas casas se ven arregladas, tres o cuatro a lo sumo, y destacan sobre la ruina del resto del caserío. Y además, en mi paseo por sus callejas, que fue corto por necesidad dado el pequeño tamaño del casco urbano, intuí la presencia de al menos dos vecinos. Y ya es algo más de lo que pueden decir tantos pueblos sorianos en los que no habita ni una sola alma. Bien es cierto que La Ventosa nunca fue un pueblo grande ni importante. Ya Madoz hablaba, en el siglo XIX, de unos 100 vecinos que habitaban una treintena de casas, número de construcciones que debe ser parecido al actual. Además cuenta con una iglesia de escasa entidad que sigue luchando contra el abandono. Junto a ella aparco y comienzo a caminar. Primero rodeo el cabezo para disfrutar de los hermosos paisajes que se abren hacia tres vientos, y más tarde me aventuro por las calles de tierra y maleza, cuya comunión con las fachadas desvencijadas alzadas en piedra componen la magia de este lugar. El pueblo es fácil de recorrer, son apenas tres calles desdibujadas que confluyen en la iglesia y la vieja carretera. Cada paso que doy es una nueva sorpresa, una vieja ventana, una esquina pintoresca, la superposición de formas y volúmenes o una puerta carcomida que lucha por guardar su casa con celo. Y la belleza del lugar me abruma y entusiasma. Siempre me ocurre en pueblos como Ventosa del Ducado, cuando el abandono se hace forma de vida y las ruinas de sus casas son el único vestigio de una historia de siglos.
© 2017 Jaime Tello García


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