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JAIME TELLO GARCÍA – Geógrafo, fotógrafo y viajero

Calatayud (Zaragoza)

CALATAYUD Con grandes ciudades, capitales de provincia, capitales de país o de región, intento siempre escribir unas líneas sin contar con datos históricos o estadísticos más allá de lo que yo haya percibido paseando por sus calles, ya que son estas ciudades de una entidad suficiente para hablar de ellas sin necesidad de objetividades de sobra conocidas. Y es que, al fin y al cabo, mi proyecto trata de documentar y de hablar sobre lugares, unos más bellos que otros, …

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CALATAYUD
Con grandes ciudades, capitales de provincia, capitales de país o de región, intento siempre escribir unas líneas sin contar con datos históricos o estadísticos más allá de lo que yo haya percibido paseando por sus calles, ya que son estas ciudades de una entidad suficiente para hablar de ellas sin necesidad de objetividades de sobra conocidas. Y es que, al fin y al cabo, mi proyecto trata de documentar y de hablar sobre lugares, unos más bellos que otros, unos que habrán resistido mejor el paso del tiempo y otros arrasados por la ignominia. Calatayud no es capital de provincia, aunque bien podría serlo. Y sin embargo me lanzaré a escribir estas líneas sin contar con más que mi percepción y algún mínimo conocimiento previo. Y es que pocos lugares me han deslumbrado de la forma en que Calatayud lo ha hecho. Qué tendrá esta ciudad milenaria que ha arraigado tan profundamente en mí. Cada vez que desde la autovía alcanzo a otear sus torres mudéjares y su castillo, perfilando el horizonte, me mueve la emoción más sincera por una tierra que no es la mía, y que sin embargo siento como propia. Será por su historia, por su urbanismo que recuerda por momentos a las viejas medinas del Magreb, por sus barrios arrumados a viejos cerros fortificados, por ser ciudad de paso de culturas y civilizaciones y todas, todas ellas han dejado huella visible. Será por ser tan aragonesa, tan noble y altiva, tan integrada en los yermos paisajes que la rodean y que se extienden hacia las faldas de su sierra que la separa de las inmensas llanuras zaragozanas. He pasado mil veces por Calatayud, aunque no han sido tantas las ocasiones en que ge recorrido sus calles, y siempre me sorprende algún detalle, alguna plazuela, una fachada que desconocía o una perspectiva desde algún cerro al que aún no había trepado. La última vez que pasé por alli, poco antes de escribir estas líneas, ví que una enorme grúa surgía de las entrañas de su castillo, de uno de sus castillos, del más relevante, y me pregunté no sin cierto pavor qué demonios irían a hacer en un monumento que, por lo demás, se mantiene en pie con dignidad. A veces es preferible no tocar nada, por si hay riesgo de empeorarlo. En fin, el castillo, el Castillo Mayor es sólo una de las joyas de esta ciudad, uno de los castillos de esta "ciudad de los cinco castillos", de la vieja Bilbilis, de la ciudad musulmana, Kalat Ayub, fundada, según se cuenta, en el año 716, durante los primeros años de la dominación musulmana. Extiende sus calles laberínticas en un paisaje urbano que con frecuencia parece caótico, y que alcanza hasta tocar el mismo cauce del río Jalón cuyo amplio valle gobierna, y cuya amplia comarca encabeza. Cuenta Calatayud con poco más de 20000 habitantes, y sin ser grande, es la segunda ciudad de una provincia, Zaragoza, demasiado escorada hacia su ciudad capital. Un desierto demográfico en el que despuntan las torres del fabuloso mudéjar aragonés, arte del que en Calatayud se hace maravilla. Uno se imagina si la Torre de Santa María, de la colegiata que ocupara el solar de la vieja mezquita, podría rivalizar con aquella Torre Nueva, en Zaragoza, tan tristemente desaparecida. En cualquier caso no parece aventurado afirmar que esta torre es la más bella y destacada del arte aragonés en ladrillo. Al oeste del casco urbano, la Puerta de Terrer. Y al oriente la Puerta de Zaragoza. Ambas entradas cierran el amplio recinto amurallado, y uno intenta imaginar cómo debía ser esta ciudad musulmana y medieval en la que se concatenaban murallas y castillos para defender el emplazamiento, difícil, de colinas y cerros que se pierden en el horizonte.
Calatayud, una ciudad excepcional. Una experiencia inolvidable. Un lugar al que volver una y mil veces y dejarse sorprender.
© 2017 Jaime Tello García


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