Villaverde de Guareña (Salamanca)

VILLAVERDE DE GUAREÑA Son abundantes los pueblos del nordeste salmantino levantados, casi por completo, con la piedra dorada de aquella que se llama de Villamayor, que ennoblece y embellece sus fachadas. En Villaverde de Guareña las formas y ángulos de esas piedras parecen aportar un grado de simplicidad cúbica que las acerca a esos juegos de construcción, un lego o un tente armuñés que resulta sorprendente. Cubos de piedra perfectos, pequeños sillares que engalanan los muros de las casas más …

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VILLAVERDE DE GUAREÑA
Son abundantes los pueblos del nordeste salmantino levantados, casi por completo, con la piedra dorada de aquella que se llama de Villamayor, que ennoblece y embellece sus fachadas. En Villaverde de Guareña las formas y ángulos de esas piedras parecen aportar un grado de simplicidad cúbica que las acerca a esos juegos de construcción, un lego o un tente armuñés que resulta sorprendente. Cubos de piedra perfectos, pequeños sillares que engalanan los muros de las casas más relevantes de Villaverde. Villaverde pertenece a la Armuña salmantina, aunque queda cercano a la Guareña zamorana que adorna su topónimo, comarca, río y valle con cuyos pueblos mantiene rasgos en común. Pueblos que han crecido a lo largo de los siglos de forma modesta y discreta, levantando casas con los materiales de la tierra, piedra y barro. Piedra dorada y salmantina, que refulge con la luz del sol cayendo sobre el horizonte e iluminando la torre de su iglesia, casi aislada, en el extremo norte el pueblo. La torre perfecta y los contrafuertes de la Iglesia de San Cornelio y San Cipriano son los primeros elementos que reciben al visitante desde la carretera que une el pueblo con la vía hacia Valladolid y Salamanca, la ruta de los Portugueses de cuya cercanía se ha beneficiado la producción agrícola local. Mundo rural, campos verdes que tornan amarillentos. Calles amplias de portalones, cercas, viejos almacenes agrícolas y arquitectura popular que en Villaverde se ha mantenido casi intacta. Ruínas, algunas, cercanas a la iglesia que hacen aflorar antiquísimas técnicas constructivas. Y un paisaje agrícola, urbano, humano, que encoje el alma que en la soledad de estos campos puede disfrutar de un momento de silencio. Tan cercano a la gran ciudad y tan alejado de la marabunta.
© 2017 Jaime Tello García


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