VILLARES DE YELTES La Dehesa salmantina crece al oeste de la capital provincial, hasta tocar prácticamente la frontera con Portugal. Es una tierra de grandes fincas y escasos pueblos. Aquí se encuentran los espacios más despoblados de la provincia y del suroeste castellanoleonés, en las comarcas de Ciudad Rodrigo y Vitigudino, donde la explotación ganadera y la propiedad latifundista no han favorecido la aparición de núcleos urbanos, algo que se repite hacia el sur más allá de las sierras, en …
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VILLARES DE YELTES
La Dehesa salmantina crece al oeste de la capital provincial, hasta tocar prácticamente la frontera con Portugal. Es una tierra de grandes fincas y escasos pueblos. Aquí se encuentran los espacios más despoblados de la provincia y del suroeste castellanoleonés, en las comarcas de Ciudad Rodrigo y Vitigudino, donde la explotación ganadera y la propiedad latifundista no han favorecido la aparición de núcleos urbanos, algo que se repite hacia el sur más allá de las sierras, en amplias zonas de Extremadura. En este contexto encontramos el viejo pueblo de Villares de Yeltes, a orillas del río Yeltes que baña toda la comarca. Precioso pueblo salpicado de grandes corrales y espacios sin edificar. Y casas amplias levantadas en piedra con fachadas de color terroso, que hacen que el perfil del pueblo quede muy integrado en el paisaje adehesado circundante. Tan sólo sobresalen de forma destacada su Iglesia parroquial y, sobre todo la gran torre de su antiguo castillo.
El término de Villares de Yeltes ha contado con presencia humana desde hace milenios, habiéndose hallado en él algunos restos prehistóricos. Aunque es a partir del siglo XII, con la repoblación de esta tierra entre reinos, cuando aparecen las primeras referencias al lugar, al ponerlo Alfonso IX bajo la jurisdicción de Ledesma. En el tránsito de los siglos XV al XVI, los Paz, señores de la villa, impulsan el crecimiento urbanistico y la construcción de los edificios más importantes, como son el castillo o algunos palacios y casas blasonadas que aún se conservan. Este periodo de auge ha trascendido hasta nuestros días, de forma que Villares es en la actualidad uno de los pueblos más bonitos del occidente salmantino, una sorpresa entre colinas y dehesas que invita al recogimiento entre sus calles y muros, a disfrutar con la presencia de su fortaleza y de sus campos, y a acercarse, como no, a la vieja estación de ferrocarril de la línea de La Fregeneda, que aún se conserva unos kilómetros al sur del pueblo.
© 2017 Jaime Tello García
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