VEGALATRAVE Los pueblos del Aliste zamorano tienen algo mágico en los colores de sus piedras y fachadas, en el juego de las lascas de sus muros y de las tapias con la nobleza de sus iglesias. Y sobre todo, por los colores vivos de sus campos, dehesas, prados y pequeñas parcelas cultivadas que trepan por las suaves colinas de las estribaciones de la Culebra. Uno de ellos es Vegalatrave. El pueblo se salvó por poco de ser engullido por las …
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VEGALATRAVE
Los pueblos del Aliste zamorano tienen algo mágico en los colores de sus piedras y fachadas, en el juego de las lascas de sus muros y de las tapias con la nobleza de sus iglesias. Y sobre todo, por los colores vivos de sus campos, dehesas, prados y pequeñas parcelas cultivadas que trepan por las suaves colinas de las estribaciones de la Culebra. Uno de ellos es Vegalatrave. El pueblo se salvó por poco de ser engullido por las aguas del extensísimo Embalse de Ricobayo. A los pies del pueblo, y bajo el bello puente sobre el río Aliste de la carretera a Fornillos, sorprende encontrar la amplia lámina de agua de una de las colas del embalse, cuyo muro se encuentra lejano, unos veinte kilómetros aguas abajo. Las calles de Vegalatrave se disponen en la ladera que cae sobre la ribera del Aliste, calles empinadas que unen otras calles que corren paralelas a la pendiente, las cuales han configurado un casco urbano alargado y estrecho. En lo más alto se alza la vieja iglesia de portada sólida, consagrada a San Lorenzo, cuya festividad el 10 de agosto marca la Fiesta Mayor del pueblo. Y en cota más alta aún corre la carretera que acercará al viajero, en pocos kilómetros, a lo más profundo de esta comarca inhóspita y emocionante.
© 2017 Jaime Tello García
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