VALER Buscando información en internet sobre Valer, pueblo zamorano no precisamente abundante en referencias, encontré una fotografía georreferenciada en sus calles bajo el escueto título «España Profunda». No será para tanto. Pero se le acerca. Abstraigamos por un momento del componente negativo que esa expresión siempre ha llevado parejo, y entendamos que estamos en una tierra perdida, de las más remotas de la península, cercana a ámbitos urbanos de poca entidad y ubicada entre sierras y grandes pantanos. En la …
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Buscando información en internet sobre Valer, pueblo zamorano no precisamente abundante en referencias, encontré una fotografía georreferenciada en sus calles bajo el escueto título "España Profunda". No será para tanto. Pero se le acerca. Abstraigamos por un momento del componente negativo que esa expresión siempre ha llevado parejo, y entendamos que estamos en una tierra perdida, de las más remotas de la península, cercana a ámbitos urbanos de poca entidad y ubicada entre sierras y grandes pantanos. En la medida en que una profunda soledad se respira en las calles del un Valer despoblado y envejecido, se puede hablar de España profunda, aunque de belleza fabulosa y una paz sólo rota por los ladridos de algún perro que reclama un poco de atención.
Poco más de cien son los empadronados en esta pedanía de Gallegos del Río, aunque paseano por el pueblo parecen muchos menos. La carretera, amplia y en buen estado, corre por el páramo entre Bercianos y Zamora y olvida, para bien o para mal, las vidas de los que habitan aquí. El caserío de Valer se esconde tras una loma que cae a uno de los arroyos tributarios del río que vertebra y da nombre a toda la comarca zamorana de Aliste. Arquitectura decadente, a menudo abandonada por sus viejos moradores, abandono que permite al viajero disfrutar de la tradición constructiva de la zona. Las casas se ven amplias y por lo general exentas, y se disponen en las dos márgenes del arroyo. En la derecha se ubica la Iglesia de Santa Eulalia, obra moderna de los años 50 que sustituyó al viejo templo arruinado y demolido. La piedra parduza puebla las fachadas de las viejas casas del Valer y algunos chalets modernos indican que aquí sigue habiendo vida aunque sea de forma ocasional. Por lo demás, la profunda humedad de las riberas y las fuentes aportan al paisaje de Valer un color intenso y contrastado, un secreto encajonado en un valle suave. Y así, secreto, debiera seguir siendo por muchos años, para conservar toda la magia de su entorno.
© 2017 Jaime Tello García
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