Valdunciel (Salamanca)

VALDUNCIEL Soledad, silencio, frío, cielo neblinoso y plomizo, una atmósfera gris que invade cada rincón de este pueblo pequeño en el extremo septentrional de la Armuña salmantina. Valdunciel no dista demasiado de la capital provincial, apenas quince kilómetros, aunque paseando por sus calles parezco perdido en otro mundo, un mundo rural, despoblado y fascinante, en el que la pérdida del ferrocarril pareció suponer mucho más que el fin del sonido de las locomotoras en su camino por la Vía de …

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VALDUNCIEL
Soledad, silencio, frío, cielo neblinoso y plomizo, una atmósfera gris que invade cada rincón de este pueblo pequeño en el extremo septentrional de la Armuña salmantina. Valdunciel no dista demasiado de la capital provincial, apenas quince kilómetros, aunque paseando por sus calles parezco perdido en otro mundo, un mundo rural, despoblado y fascinante, en el que la pérdida del ferrocarril pareció suponer mucho más que el fin del sonido de las locomotoras en su camino por la Vía de la Plata. La pérdida de la esperanza y de la prosperidad que, por suerte, se ha visto compensada en las últimas décadas por la mejora de las comunicaciones que ha frenado el fuerte despoblamiento al que esta vida moderna y urbana ha sometido a los campos españoles. Tres cuartos de su población perdió Valdunciel en apenas cuarenta años, hasta contar con menos de cien empadronados en los años 90 del siglo XX. Desde entonces se ha producido una cierta recuperación, sin duda provocada por la cercanía a la gran ciudad. Y aún así, Valdunciel apenas ha visto crecer su casco urbano. Valdunciel es un caserío pequeño, desordenado, formado por grandes casas de escasa altura, corrales, naves agrícolas y algunas cercas. Las casas se encuentran en un buen estado general, que parecen haber sido remozadas en tiempos recientes, aunque se percibe la profunda huella del abandono en algunas fachadas de cristales rotos y piedras caídas. Los muros de sillarejo y mampostería, y algunas casas de sillar de Villamayor se combinan con fachadas encaladas, las más, que han sabido respetar la tradición constructiva armuñesa.
© 2017 Jaime Tello García


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