SAN MIGUEL DE LA RIBERA Cuando andaba buscando una casa de campo grande, digna y con un amplio corral, cosa que aún tengo pendiente aunque he abandonado, por el momento, consideré seriamente la posibilidad de San Miguel de la Ribera ya que al visitarlo, salí con un buen sabor de boca. Es un pueblo amplio, de bella arquitectura, situado en un promontorio cuyas cuestas forman bellas estampas rurales en el contexto de una arquitectura tradicional muy definida, la del pequeño …
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SAN MIGUEL DE LA RIBERA
Cuando andaba buscando una casa de campo grande, digna y con un amplio corral, cosa que aún tengo pendiente aunque he abandonado, por el momento, consideré seriamente la posibilidad de San Miguel de la Ribera ya que al visitarlo, salí con un buen sabor de boca. Es un pueblo amplio, de bella arquitectura, situado en un promontorio cuyas cuestas forman bellas estampas rurales en el contexto de una arquitectura tradicional muy definida, la del pequeño valle del Talanda que es en sí misma una subcomarca de la Tierra del Vino zamorana. Recios sillares, ladrillos que enrojecen al sol vivo del atardecer, casas encaladas las menos y otras renovadas, un paisaje ecléctico y fascinante que parece asomarse al cercano Duero. Y, por si fuera poco, próximo a Zamora, una de mis ciudades favoritas.
San Miguel de la Ribera aparece en la historia, como casi todos los pueblos de estas tierras viejas, al repoblar el territorio ganado durante la Reconquista. Aunque con la particularidad de que aquí se fundó un convento ilustre y muy importante auspiciado por Santa Teresa de Jesús, que formó conjunto con las casas que le circundaban y fue llamado "Aldea del Palo", nombre de cierta resonancia literaria con el que fue conocido el pueblo durante un tiempo. El siglo XVII marca el periodo de máximo esplendor de la villa fruto de las excelentes cosechas y la producción de vino, que hoy se enmarcan en la Denominación de Toro.
El pueblo creció y configuró su estructura urbana en torno a su Iglesia Parroquial, gran edificio levantado en sillar que se ubica en una cota media y próxima a la fresca ribera que da apellido al pueblo. Las calles, largas y paralelas al arroyo, recorren la pendiente de la loma sobra la que se ubica San Miguel, y dan forma a un casco urbano complejo en un juego de plazuelas y rincones llenos del antiguo sabor de la arquitectura rural zamorana. Las grandes casas de variadas fachadas no hacen sino enriquecer un pueblo que en general está bien cuidado y cuyo paisaje es uno de los más estimulantes de la comarca.
© 2017 Jaime Tello García
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