San Martín del Castañar (Salamanca)

SAN MARTÍN DEL CASTAÑAR
Perdido entre bosques y valles aparece, de forma discreta y muy integrado en el paisaje, el caserío de San Martín del Castañar, pueblo remoto y poco conocido de la comarca salmantina de Sierra de Francia y que sin embargo alberga un patrimonio fascinante. San Martín pareció surgir durante la repoblación de estas tierras reconquistadas y cristianizadas, en la que debieron establecerse gentes provenientes de Francia, de ahí la advocación al santo francés. Los primeros pobladores se ubicaron en una atalaya sobre el río Francia, y allí levantaron la primitiva aldea y la primera iglesia. Algún tiempo más tarde levantaron el magnífico castillo, el elemento más destacado del pueblo, que cuando yo visité el pueblo aún estaba sin remozar. Albergaba entonces el cementerio y una precaria plaza de toros, y parece haber sido transformado en los últimos años en un centro de interpretación sobre esta comarca que es Reserva de la Biosfera. El castillo, levantado en el siglo XV, fue palacio y cárcel y diversos avatares y el paso del tiempo lo fueron desmochando, hasta conservar tan sólo algunos bellos lienzos que son suficientes para remarcar su presencia. Al sur de la fortaleza aparece la Iglesia Parroquial de San Martín, iniciada en el siglo XIII, periodo del que conserva elementos mudéjares, y en continua transformación hasta que en el siglo XVIII se añadiera la Capilla Mayor y el cimborrio.
Pero lo que sin duda llama la atención se San Martín del Castañar y lo integra a la perfección en el contexto histórico y humano en que se ubica es el impresionante muestrario de arquitectura tradicional, vivienda popular de entramado de madera ligado con piedra, adobe y ladrillo. Casas altas, estrechas y profundas, limitadas por la escasez de suelo en estos valles serranos y por las duras condiciones climáticas, dotadas de grandes aleros, con su parte baja construida con frecuencia en sillería y, en ocasiones, adornadas con blasones de ilustres linajes que aquí se establecieron. Magnífico espectáculo.
© 2017 Jaime Tello García