Rueda de Jalón (Zaragoza)

RUEDA DE JALÓN Paseando por Rueda de Jalón se puede disfrutar de esa intensa soledad que se ha apoderado de tantos pueblos aragoneses, y en este caso adornada por la bellísima luz transparente del sol reflejada en sus fachadas y en los acantilados que rodean al pueblo. Y es que en Rueda de Jalón se conjugan naturaleza e historia viva como en pocos otros lugares del interior aragonés. El Jalón, que riega la rica huerta que se abre a los …

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RUEDA DE JALÓN
Paseando por Rueda de Jalón se puede disfrutar de esa intensa soledad que se ha apoderado de tantos pueblos aragoneses, y en este caso adornada por la bellísima luz transparente del sol reflejada en sus fachadas y en los acantilados que rodean al pueblo. Y es que en Rueda de Jalón se conjugan naturaleza e historia viva como en pocos otros lugares del interior aragonés. El Jalón, que riega la rica huerta que se abre a los pies del pueblo, vertebra el amplio valle que, proveniente de las altas tierras sorianas, morirá poco más abajo, en el Ebro. También es Rueda un buen exponente de lo que tristemente se ha dado en llamar "desierto demográfico" de Aragón, con un término municipal amplio, en torno a las 10000 hectáreas, pero con una población pequeña, de apenas 360 habitantes, una densidad de población cercana a la de las grandes estepas siberianas. Más allá de la mancha verde del Jalón se extiende un paisaje árido que es una muestra del bellísimo desierto aragonés que ya no dejará de serlo hasta los Monegros, y en el que se desarrolló la difícil vida de sus vecinos que se abrió camino en este rincón aragonés. No abundan los grandes núcleos de población en este territorio, y todos ellos asentados en la margen derecha del río, colgando de las ripas que se asoman al valle. En Rueda, en lo más alto del barranco se ubican las "dos hermanicas" y la torre del homenaje, vestigios del antiguo castillo musulmán que vigilaba la redolada y que, junto a las paredes horadadas por cuevas y bodegas, definen la silueta del pueblo, perfil urbano que ya sea viniendo en coche o en ferrocarril llama la atención desde la distancia. El casco urbano se completa con la Iglesia gótico mudéjar de Santa Ana, con el edificio del ayuntamiento rematado por un precioso reloj de sol sobre un arco que da acceso al interior del casco urbano, y con alguna casa de potente construcción que parece remitir a viejas familias poderosas. Y sobre todo destaca el conjunto de arquitectura popular, generalmente encalada, que descansa sobre la estrecha franja por la que transita la carretera y decide trepar, cuando se ve obligada, por las paredes del barranco. Por último, vale la pena parar en la vieja estación de ferrocarril para disfrutar no sólo de la paz que se respira en su andén casi abandonado, sino de la huerta y de la explosión de vida alimentada por el Jalón.
© 2017 Jaime Tello García


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