Plasencia (Cáceres)

PLASENCIA Del esplendor histórico y artístico del norte de Extremadura, dan buen testimonio los cascos históricos excepcionales de Cáceres, Trujillo y Plasencia. Una concentración de recursos patrimoniales única en Europa que, unida al entorno natural de bosques, embalses y dehesas, conforman un espacio turístico del máximo interés. Plasencia es la más septentrional de las tres ciudades, y la única en la que se deja sentir la cercanía de las sierras. El río Jerte, tras abandonar el amplio valle florido que …

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PLASENCIA
Del esplendor histórico y artístico del norte de Extremadura, dan buen testimonio los cascos históricos excepcionales de Cáceres, Trujillo y Plasencia. Una concentración de recursos patrimoniales única en Europa que, unida al entorno natural de bosques, embalses y dehesas, conforman un espacio turístico del máximo interés. Plasencia es la más septentrional de las tres ciudades, y la única en la que se deja sentir la cercanía de las sierras. El río Jerte, tras abandonar el amplio valle florido que le ha dado fama mundial, abraza la ciudad con un pronunciado meandro cuyos bordes rocosos han marcado históricamente los límites del recinto amurallado. La expansión de la ciudad moderna, que ha sido compleja dadas las limitaciones geográficas y monumentales, se ha producido hacia el sector de la estación y en el terreno más o menos llano al norte de la ciudad, donde se han levantado nuevos barrios y polígonos en décadas recientes.
Plasencia es la "ciudad del placer" o la "ciudad agradable" según la nombró el rey Alfonso VIII de Castilla, "Ut placeat Deo et hominibus", sin imaginar que sería el origen del topónimo. El rey, que había reconquistado estas tierras, fundó la ciudad en 1186, la dotó de murallas y logró del Papa la sede episcopal, reforzando la plaza ante el empuje almohade. En el siglo XIII Plasencia se dota de un Fuero que regula la convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos, y que es la base de su prosperidad. En el siglo XIV cuenta con derecho a voto en las Cortes de Castilla, derecho que pierde en el siglo siguiente al pasar a ser Señorío, Condado de Plasencia en la figura de los Zúñiga. Condado efímero, fue liquidado por los Reyes Católicos pocas décadas después y puesto de nuevo bajo el dominio del antiguo Fuero. Hogar de monarcas y una de las cunas de la Extremadura moderna, Plasencia siguió teniendo un papel relevante en la historia de España en los siglos siguientes. Es fácil imaginar que todo este gran bagaje ha tenido su reflejo en una ciudad que es un monumental conjunto histórico, en cuyos rincones asoman palacios, catedrales, iglesias y conventos. Cuenta Plasencia con dos catedrales, la vieja tardorrománica, estilo poco abundante al sur del Sistema Central, y la nueva, plateresca, muy ornamentada e inconclusa. De los nobles linajes que han poblado la ciudad también han quedado numerosos palacios y casas blasonadas que asoman por calles, plazuelas y esquinas. La Plaza Mayor, que alberga la bellísima Casa Consistorial, ejerce como nexo entre los distintos sectores de un casco histórico delimitado, casi en su totalidad, por la muralla que aún mantiene en pie sus recias piedras y que ennoblece a la ciudad. Y a pesar de todo, a pesar de los desastres urbanos de la postguerra, la suerte ha ido de la mano de Plasencia, y quizá por no haber tenido entidad administrativa al no ser capital de provincia, no ha visto como su ingente patrimonio caía bajo la piqueta sin nuevas edificaciones que han destruido los centros históricos de otras capitales españolas. Plasencia sigue siendo un placer, tal y como quiso un Rey hace casi mil años.
© 2017 Jaime Tello García


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