MOROS El valle del río Manubles forma un corredor protegido por sierras que comunica las tierras de Soria con Zaragoza, Castilla y Aragón. Un paisaje a ratos yermo y abrupto que alberga capítulos interesantes de la historia y el patrimonio aragonés. En un pronunciado meandro del Manubles se alza Moros, un pueblo sorprendente y poco conocido, ubicado en esta tierra de frontera que antaño lo fue también entre reinos cristianos musulmanes. A veces no somos conscientes de lo que tenemos, …
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MOROS
El valle del río Manubles forma un corredor protegido por sierras que comunica las tierras de Soria con Zaragoza, Castilla y Aragón. Un paisaje a ratos yermo y abrupto que alberga capítulos interesantes de la historia y el patrimonio aragonés. En un pronunciado meandro del Manubles se alza Moros, un pueblo sorprendente y poco conocido, ubicado en esta tierra de frontera que antaño lo fue también entre reinos cristianos musulmanes. A veces no somos conscientes de lo que tenemos, quizá por falta de promoción. En España somos afortunados al contar con lugares como Moros, en el que el tiempo parece haberse detenido para regalarnos una maravillosa estampa del pasado.
Moros hace honor a su topónimo en la vertiente sur de su casco urbano, que se asemeja a los viejos pueblos del Magreb de colores terrosos y edificios rudimentarios que cubren todo el cerro y se asoman a la solanera. Son casas, decenas de casas de color parduzco y alguna encalada, casas de gran altura y escasa fachada, de modesta factura, que juntas forman el conjunto más interesante de arquitectura popular de la provincia de Zaragoza. Moros es un pueblo antiguo y no sólo por su origen. En su callejero y caserío se han hecho pocas concesiones a la modernidad, donde no abundan casas ni edificios contemporáneos. Más bien son casas antiguas y escasamente rehabilitadas, y callejero muy tortuoso de origen medieval en el que abundan pasadizos y escaleras y que se ha adaptado al accidentado relieve. El escalonamiento del casco urbano en su sector meridional forma una estampa única, extraña, un abrazo de piedra y tierra en un paisaje singular. Sobre todo el conjunto despuntan la Iglesia de Santa Eulalia, con su torre mudéjar, y los restos del castillo de origen musulmán.
© 2017 Jaime Tello García
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