MONASTERIO DE RUEDA Viajando por los yermos parajes de los meandros del Ebro, allá por Sástago y Escatrón, resulta del todo inesperado toparse con el Monasterio de Rueda, vestigio impresionante de la presencia de las grandes órdenes religiosas que estructuraron un amplio territorio aragonés. Muchos de esos cenobios se han visto arruinados por la desamortización, las guerras y la desidia. Y todos ellos, Sigena, Veruela, o este de Rueda, han sido recuperados en lo posible para ponerlos en valor y …
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MONASTERIO DE RUEDA
Viajando por los yermos parajes de los meandros del Ebro, allá por Sástago y Escatrón, resulta del todo inesperado toparse con el Monasterio de Rueda, vestigio impresionante de la presencia de las grandes órdenes religiosas que estructuraron un amplio territorio aragonés. Muchos de esos cenobios se han visto arruinados por la desamortización, las guerras y la desidia. Y todos ellos, Sigena, Veruela, o este de Rueda, han sido recuperados en lo posible para ponerlos en valor y ofrecerlos al visitante.
Resulta por tanto una gratísima sorpresa toparme con este gran edificio en la misma orilla de un Ebro inmenso que busca el remanso de los muros de Caspe y Mequinenza. El caserío y las torres de Escatrón se enfrentan en la otra orilla, en la margen derecha, aunque por caprichos administrativos el monasterio de ubica en el término de Sástago. Cercano está el puente sobre el Ebro que brinda una espléndida panorámica sobre el lugar, sobre el río y Escatrón y sobre la fantasmagórica central eléctrica que ocupa todo un meandro.
La historia del monasterio cisterciense se remonta al siglo XII, al año 1152 cuando monjes franceses recibieran una donación en la que fundaron la primitiva Abadia de Juncería. Esa misma comunidad recibiría en 1182 la donación, por parte de Alfonso II, de la villa y el castillo de Escatrón, donde se asentarían de forma definitiva. Las obras se alargaron durante casi tres siglos, periodo en el que se levanta todo el conjunto monumental así como las obras hidráulicas, entre las que destaca la gran Rueda que regó las tierras de los monjes. Tras el abandono y la destrucción que trajo la desamortización, Rueda cayó en un largo periodo de olvido hasta que ya en democracia fue recuperado por las administraciones y primorosamente restaurado. La iglesia de bella fachada gótica, la galería que se asoma a la plaza y algunos importantes restos arqueológicos son, junto a la torre mudéjar y las dependencias monásticas arruinadas que se alzan hacia el este, los más importantes elementos que han sobrevivido. Pero lo que sin duda más estremece el espíritu es la paz que se respira en su entorno, un paisaje áspero en el que se siente el viento meciendo los bosques de ribera que han crecido junto al Ebro y que ocultan el monasterio de miradas indiscretas lanzadas desde Escatrón, tan cercano y que se siente tan ajeno.
© 2017 Jaime Tello García
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