HOZ DE JACA El río Gállego corre con furia hacia el sur desde su nacimiento pirenáico y, en su camino hacia Zaragoza, donde tributará sus aguas al Ebro, excava el mágico y profundo Valle de Tena, entorno natural excepcional. Allá por Búbal y Piedrafita alguien pensó que sería bueno remansarlo y aprovechar su fuerza, creando un gran embalse desde cuyo dique se divisa el fabuloso espejo de agua al norte, y la profundidad de los bosques que hacia el sur, …
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HOZ DE JACA
El río Gállego corre con furia hacia el sur desde su nacimiento pirenáico y, en su camino hacia Zaragoza, donde tributará sus aguas al Ebro, excava el mágico y profundo Valle de Tena, entorno natural excepcional. Allá por Búbal y Piedrafita alguien pensó que sería bueno remansarlo y aprovechar su fuerza, creando un gran embalse desde cuyo dique se divisa el fabuloso espejo de agua al norte, y la profundidad de los bosques que hacia el sur, tocan el mismo cauce. Y en la ladera oriental, en la margen izquierda del Gállego surge, en una cota elevada, el caserío discreto de Hoz de Jaca, pueblo de origen medieval que lucha por sobrevivir al éxodo rural que amenazó con borrarlo del mapa. Camino del pueblo, me pregunto por qué caprichos del destino unos pueblos acabarán abandonados y otros mantendrán un hilo de vida que les una a la modernidad. Hoz de Jaca es un pueblo de difícil y remoto emplazamiento, y aún así mantiene abiertas un buen número de casas todo el año que albergan a sus poco más de sesenta vecinos, aunque muchas más ejercen de segunda residencia. Sin duda es el paisaje que lo envuelve y abraza una razón fundamental que explica el deseo de unos cuantos románticos por disfrutar de este entorno único, y el ansia de algunos (pocos) viejos vecinos por mantener su hábitat y sus tradiciones.
Hoz de Jaca es un pueblo pequeño de estructura modesta, unas cuantas callejas a ambos lados de la carretera que conduce a El Pueyo y a Panticosa. En el sector occidental se alza la Iglesia de los Santos Reyes y San Lorenzo, de nave única, barroca y levantada en el siglo XVII, y en cuya cercanía disfruto de las mejores panorámicas sobre el valle y infranqueables peñas. Hacia el oriente y el sur crecen algunas nuevas casas que, en general, respetan la tradición constructiva de la zona y que abrazan el antiguo casco urbano. Paseando por sus calles veo algunas casas notables, por lo general en piedra vista aunque algunas enfoscadas, fachadas a las que asoman blasones y algunas ventanas historiadas como en la plaza que alberga el Ayuntamiento, y tejados cuya inclinación salva a sus moradores de la ruinosa acumulación de nieve en los duros inviernos del lugar.
© 2017 Jaime Tello García
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