GORMAZ De todos los castillos que he visitado en mis viajes por España, la Fortaleza Califal de Gormaz es sin duda uno de los que más me han impresionado, por su enorme dimensión histórica y física, por la belleza de su emplazamiento y por la silueta inconfundible que recorta los cielos infinitos que resguardan estas tierras duras y frías en el corazón de Soria. No podemos olvidar que a los pies de la descomunal fortaleza hay otros elementos destacados: el …
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GORMAZ
De todos los castillos que he visitado en mis viajes por España, la Fortaleza Califal de Gormaz es sin duda uno de los que más me han impresionado, por su enorme dimensión histórica y física, por la belleza de su emplazamiento y por la silueta inconfundible que recorta los cielos infinitos que resguardan estas tierras duras y frías en el corazón de Soria. No podemos olvidar que a los pies de la descomunal fortaleza hay otros elementos destacados: el propio pueblo de Gormaz, sorprendentemente pequeño y modesto al pie de tan magno monumento; la ermita de San Miguel, preciosa joya del románico soriano; el propio Duero, que envuelve por el sur el teso perfecto sobre el que se extienden los muros del castillo; y al norte, la extensión inmensa de los pinares sorianos que ya no tendrá fin hasta Urbión y las sierras riojanas. Vayamos por partes. El castillo es un vestigio extraordinario de la dominación musulmana de la península, que parece un navío a punto de despeñarse por la fuerte ladera que cae sobre el río. Durante el siglo X jugó el papel más relevante sufriendo continuas escaramuzas y asedios por el control de la marca ante el avance de las tropas cristianas. Es fácil entender la importancia que tuvo en la defensa de la frontera del Duero ya que desde sus alturas se domina un territorio tan amplio que se pierde en el horizonte. La fortaleza está levantada en sólidos sillares que forman las principales estructuras que aún se conservan: la muralla, que se mantiene casi íntegra, y el alcázar, al oriente del recinto, que en la actualidad y fruto de su rehabilitación se puede recorrer casi por completo. Desmochado en parte y perdidos los tejados de sus estancias, el castillo sigue siendo la mejor pieza defensiva de la España de la Reconquista y una de las fortalezas de la Alta Edad Media más destacadas y mejor conservadas de toda Europa. La fortaleza milenaria conserva, afortunadamente, la fabulosa puerta califal, joya única de arquitectura islámica en la vieja Castilla.
Y a sus pies el pueblo, pequeña villa que cuenta con rollo y puente sobre el Duero. Y con la Parroquial, la Iglesia de San Juan Bautista, obra del siglo XVII que alberga en su interior la pila bautismal de San Miguel. El resto del casco urbano, arquitectura popular de gran modestia inesperada en un entorno tan engrandecido por la fortaleza, y al norte el cementerio surgido de entre las ruinas de la Iglesia de Santiago. Calle solitarias de un pueblo que cuenta con apenas una veintena de vecinos. Cabeza de señorío hasta la caída del Antiguo Régimen en el siglo XIX, se constituyó como ayuntamiento enclavado en el partido judicial de El Burgo de Osma. Y de entre su patrimonio también despunta, al sur, la grandeza de su Ermita de San Miguel, construcción que se remonta al siglo VII y cuyo aspecto actual data del tránsito entre los siglos XI y XII, en la que se halló la lápida fundacional de la fortaleza, y en la que recientemente han aflorado pinturas medievales excepcionales, que fueran tapadas durante las crueles epidemias de peste que afectaron a estas tierras. Y al sur el río, la quietud de sus aguas que discurren, tranquilas, hacia el lejano Atlántico y la calidez de sus bosques de ribera.
© 2017 Jaime Tello García
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