FUENTELAPEÑA En el extremo suroriental de la provincia de Zamora se extiende la Comarca de la Guareña, cerca ya del límite con Valladolid y Salamanca. Por aquí aparece un conjunto de grandes pueblos agrícolas que parecen destacar, por tamaño y patrimonio, sobre otros pueblos de la zona. Fuentesaúco, Cañizal, Villamor y, más allá de Zamora, Alaejos. Y por supuesto Fuentelapeña. Señas de identidad comunes a todos ellos son sus iglesias, de grandes dimensiones y esbeltas torres, y la abundancia de …
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FUENTELAPEÑA
En el extremo suroriental de la provincia de Zamora se extiende la Comarca de la Guareña, cerca ya del límite con Valladolid y Salamanca. Por aquí aparece un conjunto de grandes pueblos agrícolas que parecen destacar, por tamaño y patrimonio, sobre otros pueblos de la zona. Fuentesaúco, Cañizal, Villamor y, más allá de Zamora, Alaejos. Y por supuesto Fuentelapeña. Señas de identidad comunes a todos ellos son sus iglesias, de grandes dimensiones y esbeltas torres, y la abundancia de bodegas subterráneas en las suaves lomas que rodean los cascos urbanos. Y también la presencia de casas de gran porte, algunas incluso blasonadas que remiten a viejos linajes y poderosos señoríos.
Fuentelapeña ha sido, a lo largo de la historia, lugar de paso de civilizaciones y poblamiento milenario, asentamiento humano desde tiempos prehistóricos. Sin embargo no gana importancia hasta el siglo XII, según relatan las primeras referencias documentales que hablan de la cesión de las once villas de la Guareña a la Orden de San Juan de Jerusalén. La mención en esta Carta de Privilegio a la villa de Fuentelapeña hace suponer, aunque no ha quedado testimonio de ello, que el origen de su poblamiento medieval se encuentra en la repoblación de estas tierras tras la Reconquista, durante la consolidación del reino de León en el siglo X. Si el siglo XIV supuso un momento de crisis y despoblación para toda la Guareña debido a las epidemias de peste (incluso la comunidad de monjas sanjuanistas abandonaron Fuentelapeña camino de Villares, junto a Salamanca), el siglo XV supone una vuelta al crecimiento con el establecimiento en la comarca de un desaparecido Castillo Real para el descanso de los monarcas de Castilla. Los siglos siguientes serán de esplendor para la villa, con la presencia, además de la gran iglesia parroquial, de dos hospitales, numerosas ermitas y capillas, casas señoriales y un buen número de molinos. Villa rica y próspera. La desaparición de las órdenes militares y la desamortización provocaron en los siglos XVIII y XIX una importante pérdida de su riqueza y poderío, transformándose en un pueblo agrícola cuyas tierras estaban en manos de unos pocos latifundistas.
Fruto de aquella gran historia llega a nuestros días el precioso casco urbano de Fuentelapeña, uno de los más bellos de la Zamora cerealista y extensiva. En su perfil urbano destacan la torre de la Iglesia de Santa María de los Caballeros, iniciada a finales del siglo XVI, y la inusual concentración de bodegas al sur del pueblo, uno de los mayores y mejores conjuntos que he visto en mis viajes por Castilla y León. A la iglesia y sus bodegas, se añade el importante conjunto de arquitectura, señorial y popular, y la impresionante estampa de su viejo cementerio, cruzando el arroyo que da frescura a su término. En él esta enterrado Claudio Moyano, el hijo más ilustre de Fuentelapeña, político liberal decimonónico, rector de las universidades de Valladolid y Madrid, Ministro de Fomento e impulsor del ferrocarril en España, y que además da nombre a uno de los más pintorescos y entretenidos rincones de la capital, la cuesta de los libreros.
© 2017 Jaime Tello García
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