FLORES DE ÁVILA Dos cosas captaron mi atención en mi visita a Flores de Ávila: la primera, es evidente, su bello y sonoro topónimo, utilizado quizá como contraposición al belicoso Bellacos, como fue conocido el pueblo durante la Edad Media; y la segunda, la réplica un tanto kitsch de la granadina Fuente de los Leones que se alza en la plaza del pueblo, marcando el ágora local. Flores pertenece a la comarca de Arévalo. Se ubica a una altitud cercana …
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FLORES DE ÁVILA
Dos cosas captaron mi atención en mi visita a Flores de Ávila: la primera, es evidente, su bello y sonoro topónimo, utilizado quizá como contraposición al belicoso Bellacos, como fue conocido el pueblo durante la Edad Media; y la segunda, la réplica un tanto kitsch de la granadina Fuente de los Leones que se alza en la plaza del pueblo, marcando el ágora local. Flores pertenece a la comarca de Arévalo. Se ubica a una altitud cercana a los 900 metros, en medio de las grandes estepas de cereal de la Moraña abulense, en la cuenca del río Trabancos. Estamos en tierra mudéjar, repoblada tempranamente durante el siglo X, y plagada de pequeñas aldeas de aire inequívocamente agrícola y ganadero. Son pueblos de arquitectura modesta, levantada en tapial, adobe y ladrillo, de preciosas casas castellanas, amplias, de grandes corrales y cercas. El monumento más destacado es la Iglesia de Santa María del Castillo, del tránsito entre los siglos XV a XVI, levantada sobre una antigua ermita románica del siglo XII de la que aún quedan restos en sus muros. Las estrechas y sinuosas calles de Flores de Ávila albergan las señas de identidad de tantos pueblos castellanos: la alameda junto al arroyo, la ermita, el modesto edificio del ayuntamiento, levantado en ladrillo, el frontón, y numerosas muestras de arquitectura popular. Sin embargo el pueblo ha sido afectado, en las últimas décadas, por esa moda tan castellana de tirar la casa vieja en lugar de rehabilitarla, y levantar una nueva en su lugar, más cómoda eso sí, pero que desfigura un paisaje urbano que se había conservado durante generaciones. A pesar de ello, Flores no ha perdido la atmósfera tranquila que se respira al pasear por sus calles.
© 2017 Jaime Tello García
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