Fariza (Zamora)

FARIZA La comarca zamorana de Sayago guarda tesoros tan remotos que es difícil dar con ellos si no sabes de su existencia. A veces por suerte uno da con uno de esos tesoros y se marcha de allí satisfecho con lo que ha descubierto, pensando que los que allí viven, y pocos más, guardan congelado el recuerdo de aquel lugar. Fariza es uno de esos lugares, cuya fama desconocía antes de pasar por allí. Pueblo afamado por ser uno de …

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FARIZA
La comarca zamorana de Sayago guarda tesoros tan remotos que es difícil dar con ellos si no sabes de su existencia. A veces por suerte uno da con uno de esos tesoros y se marcha de allí satisfecho con lo que ha descubierto, pensando que los que allí viven, y pocos más, guardan congelado el recuerdo de aquel lugar. Fariza es uno de esos lugares, cuya fama desconocía antes de pasar por allí. Pueblo afamado por ser uno de los más cercanos al increíble cañón de los Arribes, aunque paseando por las calles de Fariza no parece que uno esté tan cerca de un paisaje tan singular en esta tierra de frontera. Casi por intuición seguí la señalización que, desde la entrada del pueblo, dirige a la Ermita de Nuestra Señora del Castillo, que más que una ermita es una verdadera iglesia de grandes dimensiones que se asoma a los Arribes y parece vigilar al país vecino, llamando la atención al visitante e invitándole a progresar por el camino bien señalizado que, a sus pies, lleva a uno de los miradores más espectacular del Parque Natural. Una maravilla, un lugar excepcional, uno de los paisajes más bellos de la península. Impresiona e intimida la profundidad del corte que el agua ha trabajado sobre la contudente piedra, e intimida más aún la inaccesibilidad del curso de agua que, si no fuera por los cruceros turísticos que recorren este tramo, sería del todo inalcanzable.
De vuelta al casco urbano de Fariza, recorro las calles de este pueblo que guarda la esencia del urbanismo y la arquitectura del Sayago occidental. La belleza de la piedra en sus construcciones tradicionales que, por desgracia, se han visto sustituidas en en algunos casos por nuevas casas que poco tienen que ver con la tradición constructiva de la zona. Aún así, el núcleo poco compacto y seccionado por cursos de agua atravesados por preciosos y viejos puentes de origen medieval, forma una de las estampas más bellas de la provincia. El agua, tan abundante en esta tierra viva que revienta de color y recuerda, en periodos lluviosos, más a la campiña inglesa que a la extensa y deforestada meseta a la que el Sayago pone fin por el oeste. Agua y territorio que se precipitan al curso del Duero buscando el fluir del líquido elemento.
© 2017 Jaime Tello García


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