EL PEGO La inmensidad de los campos zamoranos, que se funden con los de las comarcas adyacentes y provincias limítrofes para formar la inmensa Tierra de Campos castellana, forman uno de los paisajes más bellos y fascinantes de la península. Extensas estepas y campos cultivados, salpicados de algunos pinares y alamedas, y habitados por laboriosos agricultores que han sabido dar forma a este paisaje cultural vertebrado por pequeños pueblos de fuerte carácter rural. El Pego es uno de esos pueblos, …
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EL PEGO
La inmensidad de los campos zamoranos, que se funden con los de las comarcas adyacentes y provincias limítrofes para formar la inmensa Tierra de Campos castellana, forman uno de los paisajes más bellos y fascinantes de la península. Extensas estepas y campos cultivados, salpicados de algunos pinares y alamedas, y habitados por laboriosos agricultores que han sabido dar forma a este paisaje cultural vertebrado por pequeños pueblos de fuerte carácter rural. El Pego es uno de esos pueblos, encantador reducto de una forma de vida casi perdida y que configuró el territorio de los viejos reinos de León y de Castilla. En sus calles abundan las fachadas de piedra dorada y de adobe levantadas con la modestia de los labradores que utilizaron los materiales a su alcance. La primera noticia sobre la existencia de El Pego surge en los primeros años del siglo XVIII, referidas a la existencia de caseríos junto a los que se levantó la iglesia, en 1782. El rápido progreso del pueblo le hizo rozar los mil vecinos a mediados del siglo XX aunque como es lógico, la crisis del campo y el éxodo rural le hicieron perder el 60% de su población hasta llegar a los cuatrocientos empadronados actuales. Las abundantes bodegas, al sur, y el cercano pinar completan el paisaje de un pueblo sencillo, genuino y muy acogedor.
© 2017 Jaime Tello García
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