Biniés (Huesca)

BINIÉS Un balcón sobre el valle del Veral, cuyas aguas bajan de la Foz de Biniés, ora salvajes ora mansas. Y al fondo del paisaje, al norte, las crestas recortadas de unos majestuosos Pirineos que crecen a la espalda de Hecho y Ansó y que parecen morir hacia las cercanas tierras de Navarra. Es Biniés, castillo y plaza vieja del viejo Aragón, cuyos muros, cuya fortaleza saluda y da un respiro al esforzado conductor que abandona los requiebros y peligros …

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BINIÉS
Un balcón sobre el valle del Veral, cuyas aguas bajan de la Foz de Biniés, ora salvajes ora mansas. Y al fondo del paisaje, al norte, las crestas recortadas de unos majestuosos Pirineos que crecen a la espalda de Hecho y Ansó y que parecen morir hacia las cercanas tierras de Navarra. Es Biniés, castillo y plaza vieja del viejo Aragón, cuyos muros, cuya fortaleza saluda y da un respiro al esforzado conductor que abandona los requiebros y peligros de la famosa y pedregosa foz. Biniés fue un descubrimiento, no entraba en mi ruta pero ante su característica silueta dormida sobre una marcada muela, no pude menos que desviar mi camino. El pueblo se ubica en las estribaciones del Pirineo más salvaje, y por aquí las sierras han perdido ya entidad y exuberancia. Es un paisaje más árido, un tanto inhóspito que remite por momentos a las bajas Cinco Villas zaragozanas, aunque la presencia del Belagua, Oza y los Tres Reyes nos recuerda que, en efecto, estamos en un territorio de frontera, duro, oculto y remoto. La ubicación de Biniés, entre los reinos de Aragón y Navarra y en el camino de entrada hacia Ansó favoreció su pronta consolidación como plaza fuerte, de cuyo papel ha trascendido su magnífico castillo, obra bajomedieval levantada sobre una antigua torre del siglo IX a la que sucesivos propietarios han dado un aire palaciego. El edificio se ubica al fondo del pueblo según se entra a él por carretera. Por contra, nos recibe la Iglesia del Salvador, barroca del XVII que cierra el casco urbano por el sector sur hacia el que se extienden los campos que dieron alimento y ocupación a sus vecinos, dedicados al cereal y el ganado. Hacia el oeste del conjunto monumental se abren las escasas calles que forman el entramado urbano, a las que se asoman algunas casas notables de arquitectura aragonesa, adornadas por grandes chimeneas y portales singulares, y otras casas demasiado renovadas, formando un conjunto ecléctico aunque destacable dado su emplazamiento y el paisaje que lo envuelve.
© 2017 Jaime Tello García


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