ALCALÁ DE LA SELVA Frío, montaña y una ubicación casi inaccesible han determinado el poblamiento de estas comarcas de las sierras turolenses poco transitadas y que, hasta no hace tanto, han vivido en la autarquía. Frente a estas dificultades, los pobladores de estos pueblos, entre los que se cuenta Alcalá, han creado bellísimos espectáculos urbanos y arquitectónicos que se cuentan entre los más pintorescos de la península. Entramado medieval que se adapta de forma milagrosa a una orografía difícil, ubicación …
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ALCALÁ DE LA SELVA
Frío, montaña y una ubicación casi inaccesible han determinado el poblamiento de estas comarcas de las sierras turolenses poco transitadas y que, hasta no hace tanto, han vivido en la autarquía. Frente a estas dificultades, los pobladores de estos pueblos, entre los que se cuenta Alcalá, han creado bellísimos espectáculos urbanos y arquitectónicos que se cuentan entre los más pintorescos de la península. Entramado medieval que se adapta de forma milagrosa a una orografía difícil, ubicación motivada por la necesidad defensiva. Casas grandes, altas y profundas de escasa fachada, con sobrado y varias plantas que se han convertido, hoy día, en un valioso activo como segunda residencia. Quién lo iba a decir en esta tierra que se despobló rápidamente y alejada de grandes núcleos urbanos. Y es que estamos hablando de las sierras de Gúdar y Javalambre, la comarca más abrupta y salvaje de Teruel, con permiso del Maestrazgo. Grandes pendientes, carreteras retorcidas, bosques y también tierra desnuda, profundos tajos horadados por las aguas y horizontes encajonados entre caprichos geológicos. Alcalá se encuadra en este contexto, y como pueblo, como espacio habitado, ha sabido conservar el carácter de su casco histórico frente a la presión de la cercana estación invernal, que ha hecho aflorar lo peor de la especulación urbanística. La Virgen de la Vega es uno de esos engendros que nos recuerda que la mano del hombre es alargada e inflexible y llega hasta rincones olvidados de la mano de Dios como son las sierras turolenses. Pero el pueblo, es otra cosa. El topónimo de Alcalá de la Selva indica la presencia de un castillo, “Qalat”, de una atalaya musulmana que aqui se levantó y sigue gobernando el amplio valle al que saluda la villa. El caserío encalado se orienta hacia el sur, buscando la calidez del sol en un entorno agreste que no ha facilitado la vida de sus vecinos. Al fondo del valle, la carretera que dirige hasta aquí bien podría ser un cul-de-sac, tal es la distancia que separa a Alcalá y Cedrillas, el pueblo más cercano hacia el oeste tras un tránsito de casi veinte kilómetros de agotadora conducción. Alcalá aparece brillante bajo el reflejo del sol, y coronada por la torre de su Iglesia de San Simón y San Judas, edificio de transición entre el renacimiento y el barroco, y por el castillo medieval, levantado sobre una vieja atalaya musulmana. Sus muros de mampostería y sillar han resistido el paso de los siglos y la Torre del Homenaje se conserva en excelente estado. Es el mejor mirador sobre el pueblo y sobre este valle de belleza extraordinaria por el que corre el rio homónimo, afluente del Mijares.
© 2017 Jaime Tello García
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