CASPE Me he jurado a mí mismo que algún día visitaré la Ermita de la Magdalena, ya que su visión a lo lejos siempre me ha emocionado. Quizá en bici, desde la margen izquierda del Ebro, por algún camino que parece conduce hasta allí y aún teniendo que salvar las aguas en el último tramo. Aprovecharé el estiaje. Caspe es una ciudad apasionante que guarda en su recinto histórico el sabor más genuino de las grandes ciudades del Reino de …
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CASPE
Me he jurado a mí mismo que algún día visitaré la Ermita de la Magdalena, ya que su visión a lo lejos siempre me ha emocionado. Quizá en bici, desde la margen izquierda del Ebro, por algún camino que parece conduce hasta allí y aún teniendo que salvar las aguas en el último tramo. Aprovecharé el estiaje. Caspe es una ciudad apasionante que guarda en su recinto histórico el sabor más genuino de las grandes ciudades del Reino de Aragón. Resulta tópico recordar que Caspe es la Ciudad del Compromiso, pero este dato es obligado ya que hace justicia a la poderosa historia que arrastra hasta nuestros días. Caspe está emplazada en un cerro entre los cauces del Ebro y el Guadalope, rodeada por agua y por paisaje mediterráneo que resulta de extraordinaria belleza. Viniendo desde Alcañiz el paisaje es excepcional, una estampa casi lunar de campos yermos, cerros y mágicos juegos geológicos. O desde Mequinenza, en el camino la vista, pequeños cerros, manchas vegetales y sobre todo, al fondo, a la vista o intuyéndolo detrás del horizonte, las aguas del Ebro remansado, uno de los lugares más bellos de la región. Cabecera comarcal de la un tanto artificiosa comarca Bajo Aragón-Caspe, centro comercial y de servicios de los pueblos que la rodean, Caspe es sobre todo la puerta de entrada al Mar de Aragón. Ciudad milenaria, romana, musulmana y cristiana. Caspe recibe posiblemente su nombre del término Qasbah, que remite a las antiguas fortalezas árabes que aún se conservan en el norte de África. Aunque ha conocido tiempos mejores, Caspe llega hasta nuestros días con un patrimonio impresionante, sin obviar el entorno de la Estación de ferrocarril (siempre mi debilidad por los trenes) y el arruinado Convento de Santo Domingo. Es evidente que la ciudad ha sufrido mucho al estar situada en territorio belicoso, situada entre reinos, en un enclave privilegiado para controlar el valle del Ebro, y víctima de mil batallas sobre todo a partir del siglo XVII. Pero aún es posible navegar en la historia por sus calles, plazas y fachadas. La ruina y el abandono han hecho si cabe más atractivo y auténtico el paseo por su casco urbano (lo siento pero con frecuencia me resulta mas sugerente la naturalidad del abandono que tantas rehabilitaciones desafortunadísimas que tiran por tierra el carácter de un lugar). Por último, es del todo recomendable la subida a la Torre de Salamanca, atalaya desde la que se domina todo el entorno y que da buena idea de la imbricación de Caspe con el paisaje de agua y tierra que lo envuelve.
© 2017 Jaime Tello García
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