ALQUÉZAR Hasta no hace tanto, la garra de la despoblación apenas entendía de turismo ni de patrimonio ni de nada relacionado con el progreso, y estuvo a punto de dejar a Alquézar abandonada a su suerte. Y no hubiera sido extraño, al ser este un pueblo remoto y no muy bien comunicado. Al acercarme hasta Alquézar desde Aínsa tuve que decidir entre tomar la autonómica hasta Barbastro y dar un rodeo de mil demonios, o aventurarme por la carretera que …
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ALQUÉZAR
Hasta no hace tanto, la garra de la despoblación apenas entendía de turismo ni de patrimonio ni de nada relacionado con el progreso, y estuvo a punto de dejar a Alquézar abandonada a su suerte. Y no hubiera sido extraño, al ser este un pueblo remoto y no muy bien comunicado. Al acercarme hasta Alquézar desde Aínsa tuve que decidir entre tomar la autonómica hasta Barbastro y dar un rodeo de mil demonios, o aventurarme por la carretera que transcurre por el Vero y sus cañones, y que sobre el mapa parecía más difícil y resultó serlo mucho más. Elegí muy mal y tomé esta segunda que además estaba en obras, desviándonos por pistas forestales que mi pobre coche resistió con dificultad. Creo que por eso se averió a los pocos días. Llegué por tanto a Alquézar malhumorado, tras más de una hora de viaje lento y accidentado, pero Alquézar, que tanto tiempo llevaba deseando visitar, hizo que mi ánimo se recuperara tan pronto como divisé el perfil de la Colegiata, del caserío a sus pies y de las muelas que lo guardan a su espalda. La silueta urbana de Alquézar es de las más reconocibles de Aragón. Es este un pueblo monumental, un pueblo museo y sin duda uno de los más espectaculares del nordeste peninsular, declarado Conjunto Histórico Artístico en el año 1982. El viejo castillo moro levantado en el siglo IX, Al-Qasr, defensa y avanzadilla sobre la ciudad de Barbastro, ubicado sobre la peña que aún es el principal punto de interés del pueblo, fue el origen del poblamiento que se extendió por un terreno difícil y encrespado hasta formar una villa medieval que es, en gran parte, la que podemos disfrutar a día de hoy. Reconquistada la fortaleza en 1069 a medida que avanzaba el reino cristiano sobre tierras aragonesas, Alquézar perdió con ello su importancia estratégica y militar pero siguió siendo una plaza comercial y religiosa de gran importancia. Pasaron los siglos y el pueblo siguió siendo el mismo. A excepción del Arrabal, donde han surgido nuevos edificios, en general muy respetuosos con la arquitectura tradicional de la zona y que albergan hoteles, restaurantes y la propia oficina de turismo, sorprende encontrar un patrimonio construído original casi en su totalidad, arquitectura residencial de ladrillo salpicado con el color del mortero y de la piedra que alcanza su máxima expresión en la bellísima Plaza Mayor soportalada y jalonada de casas blasonadas. Uno de los rincones más genuinos de la tradición constructiva aragonesa. Lo de la Colegiata es otra historia. No sólo es la Colegiata sino todo el conjunto monumental que corona el risco de Alquézar. El edificio es una muestra espléndida de arte religioso, iniciada en el siglo XII aunque el edificio actual data, en su mayor parte, de la reconstrucción llevada a cabo en el siglo XVI. El claustro gótico del XIII, está plagado de fabulosas pinturas que sus muros llevan siglos guardando, imágenes de la vida de Jesús realizadas en diversas épocas. Tras una completa visita guiada al conjunto, marché de Alquézar y eché en falta dos cosas: la presencia de más establecimientos comerciales y restaurantes en el centro histórico, ya que me sorprendió la escasez de oferta en un pueblo tan turístico; y el hecho de que estuviera vetado el acceso a la muela hasta que no hubiera abierto la Colegiata, un error incomprensible que al visitante corto de tiempo puede impedirá disfrutar de la vista excepcional desde lo más alto del pueblo.
© 2017 Jaime Tello García
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