Aliaga (Teruel)

ALIAGA Aliaga es un poblamiento milenario cuyo término ya estuvo poblado por los íberos, aunque es durante la dominación musulmana cuando se levanta su castillo y logra cierta relevancia en un territorio de orografía difícil como es este. Reconquistada y amurallada, la villa mantuvo su relevancia como plaza defensiva durante todo el medievo. Llegué hasta Aliaga sin saber demasiado de su historia y patrimonio, atraído más por la fama, me temo que un tanto efímera, que alcanzó Miravete de la …

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ALIAGA
Aliaga es un poblamiento milenario cuyo término ya estuvo poblado por los íberos, aunque es durante la dominación musulmana cuando se levanta su castillo y logra cierta relevancia en un territorio de orografía difícil como es este. Reconquistada y amurallada, la villa mantuvo su relevancia como plaza defensiva durante todo el medievo. Llegué hasta Aliaga sin saber demasiado de su historia y patrimonio, atraído más por la fama, me temo que un tanto efímera, que alcanzó Miravete de la Sierra, su pueblo vecino, mediante campañas publicitarias más o menos acertadas. El caso es que saliendo de Miravete, acabé en Aliaga casi por casualidad y descubrí aquí la belleza del alma de Teruel, en el tránsito entre el Maestrazgo y las Cuencas Mineras. Paisaje de exuberante geología del que Aliaga es tan digno referente. Aliaga está inmerso en un entorno natural excepcional, cercano al Parque Cultural del Rio Martín e integrado en el Parque Geológico del que sus increíbles formaciones rocosas forman parte. Recursos turísticos no le faltan, y el pueblo intenta prosperar atrayendo al turismo tras la profunda crisis demográfica que atravesó en décadas pasadas. Aliaga fue un pueblo de gran importancia hasta que sus minas y su central térmica cerraron por el encarecimiento del carbón. Comenzó entonces, en los años 80 del siglo XX, un declive que aún continúa, hasta quedar rebajada su población a los apenas 300 habitantes con que cuenta en la actualidad y que ocupan un casco urbano medieval en el que destaca la Iglesia barroca de San Juan Bautista, del siglo XVII, y su gran torre que ejerce como referente de Aliaga en el horizonte. El templo centra el intrincado callejero adaptado a la pendiente y limitado por el curso del Guadalope y los peñascos del entorno. Un juego de pasajes estrechos, calles y plazas en las que la soledad y la despoblación se hacen patente. En el punto más alto de la agreste montaña que respalda Aliaga se alzan los restos de su castillo, del siglo XII, vieja ruina de difícil acceso. Y en lo bajo, junto a la carretera, se ubican diversos comercios, alojamientos y la gasolinera que dan una sensación de vida y dinamismo que parece excesiva para un pueblo tan remoto y pequeño. ¿Será que la apuesta por el turismo y la vuelta al pueblo están funcionando en Aliaga?
© 2017 Jaime Tello García


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