Sant Pere de Rodes (Girona)

SANT PERE DE RODES Faltan palabras para definir la majestuosidad del conjunto que forma Sant Pere de Rodes con su entorno natural. Sobrecoge la espectacularidad del emplazamiento del cenobio. Se hace difícil describir el sentimiento de asombro ante el paisaje maravilloso de este rincón ampurdanés en el que la Serra de l’Albera pide paso para sumergirse en el Mediterráneo. Mar que tiñe el horizonte en cuya línea de costa salpican algunos pueblos blancos que completan la postal viva que, si …

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SANT PERE DE RODES
Faltan palabras para definir la majestuosidad del conjunto que forma Sant Pere de Rodes con su entorno natural. Sobrecoge la espectacularidad del emplazamiento del cenobio. Se hace difícil describir el sentimiento de asombro ante el paisaje maravilloso de este rincón ampurdanés en el que la Serra de l’Albera pide paso para sumergirse en el Mediterráneo. Mar que tiñe el horizonte en cuya línea de costa salpican algunos pueblos blancos que completan la postal viva que, si el tiempo lo permita, brinda este lugar mágico y legendario. Monasterios hay muchos, pero tan espectaculares como Sant Pere de Rodes muy pocos, al menos que yo haya visto. La contundencia de su arquitectura asomando en la ladera, la torre cuadrada inequívocamente románica, la belleza del templo y de su claustro, de sus galerías y estancias. Todo en él sorprende y emociona.
El núcleo del monasterio formó un conjunto de edificaciones junto al Castell de Sant Salvador, que vigila Sant Pere desde las alturas, y al viejo poblado de Santa Creu de Rodes del que apenas se conserva su vieja iglesia. El origen del cenobio benedictino está rodeado de leyenda, y no hay noticias ciertas de su fundación hasta el siglo IX. Hay quien mantiene que los restos de San Pedro llegaron por mar hasta estas tierras donde encontraron protección de piratas y saqueadores, aunque los testimonios hablan de una primera celda monástica consagrada al Santo. A partir del siglo XI logra entidad como monasterio independiente del Condado de Ampuries, alcanzando durante el siglo XII su momento de máximo esplendor. A partir del siglo XIV, la disminución en el número de donaciones, las epidemias y los ataques piratas sumen a Sant Pere en una larga decadencia de la que no logrará recuperarse. Posteriores saqueos y el abandono definitivo por parte de la comunidad de monjes, en los albores del siglo XIX, abocan al monasterio a la ruina y el abandono total, estado en el que se sume hasta su recuperación en el siglo XX. La iglesia, construida en torno al año 1000 y que aún conserva buena parte de la estructura original, y la torre campanario del tránsito entre el XI y el XII son los elementos principales del monumento que le dan su identidad y gran presencia. Recorro sus estancias e imagino la dureza de la vida de sus antiguos moradores, y no siento sino gratitud hacia ellos por el esforzado trabajo que legaron a las generaciones venideras. Un lugar excepcional, de visita absolutamente obligada en cualquier periplo catalán, no hay duda.
© 2017 Jaime Tello García


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