BOADA Boada es un pequeño pueblo salmantino ubicado en el Campo de Yeltes, en tierras de Ciudad Rodrigo. Se asienta en la llanura que hace de límite entre las extensas dehesas y los campos de cereal que rodean La Fuente de San Esteban. La Fuente y Ciudad Rodrigo, por tanto, ejercen como centros comarcales de servicios y comercio de los que depende Boada. Visité Boada al atardecer, rodeado por una preciosa y cálida luz matizada por algunas nubes altas. Lo …
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BOADA
Boada es un pequeño pueblo salmantino ubicado en el Campo de Yeltes, en tierras de Ciudad Rodrigo. Se asienta en la llanura que hace de límite entre las extensas dehesas y los campos de cereal que rodean La Fuente de San Esteban. La Fuente y Ciudad Rodrigo, por tanto, ejercen como centros comarcales de servicios y comercio de los que depende Boada. Visité Boada al atardecer, rodeado por una preciosa y cálida luz matizada por algunas nubes altas. Lo que más me gustó fue la fantasmagórica y bellísima presencia de su vieja estación de ferrocarril, que formó parte de la abandonada línea de La Fregeneda. Uno se pregunta, rodeado de tanta soledad y tanta belleza, si es realmente imposible que se reabra, aún para su uso turístico, esta vieja línea que alimentaba la vida de tantos pueblos. Y Boada, además, tiene su estación expecionalmente cerca de su casco urbano, ya que "tierra adentro", en plena dehesa hacia La Fregeneda, se pueden encontrar estaciones a kilómetros de sus pueblos, lo cual, creo, hizo perder ya desde bien pronto el sentido de la vía como transporte de viajeros. El casco urbano de Boada es muy compacto, casi redondo desde el cielo, vertebrado por la carretera que une La Fuente con Villares de Yeltes. Pueblo de fuerte emigración, sobre todo hacia América, en Boada quedan hoy apenas 300 habitantes censados, de los 1000 que llegó a tener a mediados del siglo XX. No obstante, se ha conservado con gran dignidad buena parte del caserío, muestra de la arquitectura tradicional de la zona. Casas de baja altura y con corrales más o menos amplios que se van agrandando a medida que nos alejamos del núcleo central del pueblo. Esa relativa amplitud ha facilitado, en los últimos lustros, la construcción de nuevas casas, grandes y modernas, más cómodas aunque disonantes con el entorno. No obstante, Boada ha conservado buena parte del sabor de antaño, un conjunto urbano desde el que se disfruta de una buena vista sobre las sierras sureñas que respaldan la dehesa salmantina. Su iglesia y la graciosa Torre del Reloj son sus principales señas de identidad, aunque, de nuevo, la visita a la vieja estación es del todo recomendable. Hace no tanto escuché que ADIF pensaba subastar buena parte de sus viejas estaciones abandonadas. Y sueño, de pronto, con adecentar la estación de Boada y disfrutar de ella, del espíritu de los viejos ferroviarios, de la soledad de su emplazamiento.
© 2017 Jaime Tello García
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