VILLARROYA DE LOS PINARES Un paseo por Villarroya de los Pinares traslada al viajero a un lugar mágico, casi de otro mundo, un paseo por la intensa historia milenaria de esta plaza, que mantiene casi intactas sus casas, sus palacios y edificios singulares. Es la soledad de sus calles y el viento frío del que es imposible escapar el que traslada al visitante en el tiempo y el espacio, pero no al bullicio de tiempos pasados anteriores al terrible éxodo …
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VILLARROYA DE LOS PINARES
Un paseo por Villarroya de los Pinares traslada al viajero a un lugar mágico, casi de otro mundo, un paseo por la intensa historia milenaria de esta plaza, que mantiene casi intactas sus casas, sus palacios y edificios singulares. Es la soledad de sus calles y el viento frío del que es imposible escapar el que traslada al visitante en el tiempo y el espacio, pero no al bullicio de tiempos pasados anteriores al terrible éxodo rural, sino a un lugar bello y medio abandonado en el que el tiempo parece haberse detenido, al margen de la modernidad. No en vano, el término de Villarroya cuenta con una densidad de población siberiana, y durante el siglo XX ha perdido el 80% de su población. Un pueblo perdido y de difícil acceso, en un entorno agreste que, desde lo alto del pueblo allá por el cementerio, hace que parezca que la villa surge de una caldera rocosa rodeada de altas murallas y farallones inaccesibles. Hasta el punto de hacerse difícil describir la belleza de este entorno geológico salvaje, incrustado en las estribaciones occidentales del Maestrazgo turolense.
Hacia el levante se abren las grandes sierras pobladas de pinar que han dado el nombre a la villa. Y hacia el oeste, a poco transitar, se abrirá el amplio valle del río Alfambra. El casco urbano de Villarroya se dispone junto al curso del río Guadalope, cuyo nacimiento se encuentra muy cercano. Conserva una estructura medieval, siendo uno de los Conjuntos Histórico-Artísticos más destacados de la provincia de Teruel, declarado como tal en 1982. Alberga un conjunto monumental excepcional en el que destaca el torreón medieval exento y la Iglesia de la Asunción, noble edificio gótico. Por las calles y plazuelas surgen mil y un blasones y escudos colgados de importantes casonas, y también arquitectura popular sobria y fascinante, reflejo de la vida dura y difícil de este entorno frío y aislado. La plaza del ayuntamiento alberga los arcos que dan acceso al resto del pueblo, y es un emocionante ejercicio de cantería y señorío en el que compiten palacios y el propio edificio consistorial. Villarroya, gótico y renacimiento y siempre la sobriedad del trabajo de los canteros que dieron forma a esta belleza eterna.
© 2017 Jaime Tello García
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