La Ginebrosa (Teruel)

LA GINEBROSA El río Bergantes, que morirá en el Guadalope, tiene una red de arroyos y barrancos que, bajando desde pequeñas sierras que anteceden a los Puertos de Beceite, forman sinuosos cañones que sorprenden por su entidad y por el caudal escaso de sus lechos. Varios pueblos se asientan en las laderas orientadas al sur de estos barrancos, buscando la solana. La Ginebrosa es uno de estos pueblos, de precioso nombre musical. No importa desde donde observemos el casco urbano …

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LA GINEBROSA
El río Bergantes, que morirá en el Guadalope, tiene una red de arroyos y barrancos que, bajando desde pequeñas sierras que anteceden a los Puertos de Beceite, forman sinuosos cañones que sorprenden por su entidad y por el caudal escaso de sus lechos. Varios pueblos se asientan en las laderas orientadas al sur de estos barrancos, buscando la solana. La Ginebrosa es uno de estos pueblos, de precioso nombre musical. No importa desde donde observemos el casco urbano de La Ginebrosa, no hay duda de que es un pueblo hermoso. Trepando por la suave ladera o haciendo frente al barranco, su caserío, gobernado por la Parroquial de San Bartolomé, es un conglomerado de casas apiñadas en torno a su exquisita Plaza Mayor. Visto desde el satélite, parece claro que el entramado urbano responde a una vieja villa amurallada que poco ha evolucionado desde que contara con defensa, creciendo poco extramuros y manteniendo casi intacta la huella de su viejo recinto. El trazado de su callejero es relativamente regular, disponiéndose a ambos lados de la calle Mayor por su forma y recorrido, diría que fue el límite del núcleo primitivo. Centrando el caserío destaca su plaza del ayuntamiento, edificio este de origen medieval, cuya estructura con lonja es tan genuinamente bajoaragonesa. Algunos antiguos portales de la muralla completan el patrimonio más monumental de la villa, y también brilla con singular fuerza el extraordinario muestrario de arquitectura popular que La Ginebrosa atesora. Paseo por el pueblo y pienso que La Ginebrosa no debió sufrir los combates de la Guerra Civil con tanta intensidad como sus vecinos, y por ello han llegado a nuestros días grandes sectores de la arquitectura original de sus casas, de amplias fachadas, gran altura y los aleros que adornan tantos pueblos aragoneses. El conjunto consigue así transmitir la sensación de haberse perdido en un tiempo, pasado, que definitivamente legó mayor dignidad a sus construcciones que el momento actual. Sus fachadas iluminadas con la luz brillante del Bajo Aragón, en la que parece mezclarse la luminosidad mediterránea y la dureza de las tierras altas turolenses, provocan la emoción en el viajero que busque el auténtico sabor medieval de Aragón.
© 2017 Jaime Tello García


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