Morata de Jalón (Zaragoza)

MORATA DE JALÓN De los pueblos que conozco, Morata de Jalón es uno de los pueblos con un carácter más aragonés. En sus calles se despliega la mejor cara del urbanismo y la arquitectura de Aragón. Un conjunto urbano de difícil entramado medieval en el que proliferan callejas y recodos adornados por el ladrillo mudéjar de sus muros, y enclavado en un magnífico entorno natural de geología alucinante configurado por las sierras ibéricas que prolongan y anteceden al Moncayo. Morata …

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MORATA DE JALÓN
De los pueblos que conozco, Morata de Jalón es uno de los pueblos con un carácter más aragonés. En sus calles se despliega la mejor cara del urbanismo y la arquitectura de Aragón. Un conjunto urbano de difícil entramado medieval en el que proliferan callejas y recodos adornados por el ladrillo mudéjar de sus muros, y enclavado en un magnífico entorno natural de geología alucinante configurado por las sierras ibéricas que prolongan y anteceden al Moncayo.
Morata es una villa antigua enclavada en territorio mudéjar, a caballo entre Zaragoza y Calatayud, en la comarca de Valdejalón. Bien merece un sosegado paseo por sus calles más allá de la imagen industrial que se alcanza transitando por la autovía, ya que con ello descubriremos una villa noble y antigua que lucha por perdurar ante la decadencia y el abandono del medio rural. Morata no termina en la cementera, aunque emplea esta emplea a buena parte de su mano de obra. También es agrícola, epicentro de una amplia región frutícola y vinícola, y también es ferroviaria, parada importante de la vieja línea del MZA que por los meandros del Jalón comunica la meseta con el nordeste peninsular. La apertura del AVE, que corre cercano a Morata, ha restado dinamismo a la estación y a la propia línea, aunque aún circulan algunos trenes que comunican con Zaragoza y Arcos. La vida llega y sale sobre raíles y da esperanza y perspectiva a los morateños.
La pujanza de Morata comenzó durante la Edad Media, cuando se levantó una vieja fortaleza allá por Santa Bárbara, de la que apenas queda rastro, y que dominaba el valle que forma el Aranda antes de morir en el Jalón. Un valle que fluye hacia el norte, plagado de pequeñas aldeas y de castillos cercanos a la frontera con Castilla y con Navarra. La plaza estuvo amurallada, y en las partes más altas del pueblo aún son visibles restos de la vieja cerca. Contaba con dos puertas importantes, la más grande la del Portal, tristemente derribada en los años 60 del siglo XX y de la que ha quedado huella en imagenes que circulan por la red. El sector más destacado de la villa es su Plaza Mayor, conjunto urbano del siglo XVIII al que se asoman sus tres monumentos principales: la Iglesia de Santa Ana, el Palacio de los Condes de Morata, y el edificio del Ayuntamiento con la Torre del Reloj. Santa Ana, templo iniciado en el XVII, se integra a la perfección con el vecino palacio, al que tenía acceso directo. Su torre de ladrillo recuerda a las torres mudéjares que proliferan por estas comarcas y es sin duda el más destacado referente de la villa. El Palacio Condal, de los Luna, es Monumento Nacional, y fue levantado por Juan de la Marca a imagen de los grandes palazzos italianos, utilizando ladrillo excepto en el zócalo y el acceso principal que son de sillería. Fueron los Luna la familia que ostentó el señorío de Morata y sobre la que recayó el primer condado, en 1550. El final de los señoríos en el siglo XIX, y la llegada del ferrocarril y décadas después, en los años 30 del siglo XX, de la cementera dieron una esperanza de futuro a los morateños que han hecho de su pueblo uno de los más dinámicos y que mejor han resistido el golpe del éxodo rural.
© 2017 Jaime Tello García


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