CINCO OLIVAS En los muy marcados meandros que ha formado el Ebro aguas abajo de Zaragoza, se asientan un buen número de pueblos pequeños y medianos que en este sector, encajonado el río entre riscos y farayones por Sástago y Escatrón, jugaron un papel fundamental en el repoblamiento y la defensa de esta tierra inhóspita y dura, cuyos laboriosos habitantes pusieron en cultivo. El sol incansable del verano abrasa esta tierra media aragonesa y contribuye, sin duda, a la sensación …
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CINCO OLIVAS
En los muy marcados meandros que ha formado el Ebro aguas abajo de Zaragoza, se asientan un buen número de pueblos pequeños y medianos que en este sector, encajonado el río entre riscos y farayones por Sástago y Escatrón, jugaron un papel fundamental en el repoblamiento y la defensa de esta tierra inhóspita y dura, cuyos laboriosos habitantes pusieron en cultivo. El sol incansable del verano abrasa esta tierra media aragonesa y contribuye, sin duda, a la sensación de desamparo que uno siente paseando por Cinco Olivas, uno de esos pueblos que parecen haber surgido contra natura en una estrecha franja de tierra que es fértil en el entorno inmediato del Ebro y que se vuelve yerma en los páramos, rodeada por desiertos interminables de los Monegros y del Bajo Martín. En las calles amplias de Cinco Olivas, ni las ratas parecen asomar la cabeza de sus guaridas ante el sol de justicia que cae, vertical, por este lugar que parece sacado de algún desierto exótico, de alguna colonia africana que se ha colado por la Ribera Baja del Ebro.
Y ninguna de estas afirmaciones debe interpretarse como peyorativa, ya que mi experiencia en Cinco Olivas fue extraordinaria. Los meandros del Ebro son de por sí tan increíbles que cualquiera que sea el lugar por el que paseemos en su entorno, será un paisaje alucinante el que nos rodea. A Cinco Olivas le orilla el mismo Ebro en su parte occidental, y casi se cierra por el oriente un meandro tan pronunciado que amenaza con ser galacho a no mucho tardar, ante una de esas crecidas que de vez en cuando se lo lleva todo por delante. Al sur se abre la fascinación del Fortín de Alborge ubicado en el risco apuntado que se lanza sobre los meandros y gobierna un territorio tan amplio que se pierde en el horizonte.
En el casco urbano de Cinco Olivas se diferencian dos sectores, al norte el más antiguo y compacto, estructurado por varias calles entrecruzadas que confluyen en la Plaza de la Iglesia, Iglesia de Santiago, del siglo XVII, modesta construcción de tapial y ladrillo coronada por una torre de dos cuerpos. Este es el espacio urbano más amplio de Cinco Olivas, el ágora de la vida local al que se asoman algunas casas importantes y del que parte la Calle Mayor. Esta vía vertebra el segundo sector del pueblo, la salida hacia la carretera de Sástago a Zaragoza, en cuyos márgenes se levantan las casas más modernas.
© 2017 Jaime Tello García
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