PUEBLA DE YELTES
Los colores vivos y contrastados del cielo y la tierra, del bosque y del agua. Todos ellos se conjugan en la paleta que dió lugar al paisaje de Puebla de Yeltes. Del Yeltes alto, del curso alto del río que corre más cercano ya a las sierras salmantinas que a las dehesas, más al norte, donde se asientan Villavieja o Villares, de Yeltes. No sé, sería por el cielo, por las nubes o por la estación del año, pero me enamoré del emplazamiento de Puebla de Yeltes al visitarlo, al recorrer sus calles. Desde el puente de cinco arcos sobre el río el espectáculo es extraordinario. El verde de alamedas y riberas se funde con la piedra de las laderas que caen sobre el lecho del río y, al fondo, despuntan las estribaciones serranas cubiertas de foresta. El pueblo no es muy grande, apenas unas cuantas calles dispuestas vertebradas por la carretera y dispuestas a ambos lados del Arroyo de Altejos, el río Chico atravesado por un precioso y antiguo puente de piedra. En lo más alto del pueblo se alza la Iglesia de San Juan Bautista y el moderno edificio del ayuntamiento. Calle abajo estalla el color de las fachadas, muchas de ellas enfoscadas, y algunas casas modernas levantadas no hace tanto, y que en su conjunto forman un paisaje urbano que desborda cromatismo. Ello, unido a la belleza de su entorno, de la hoya hacia la que cae el casco urbano de Puebla de Yeltes, hace de este uno de los más bellos pueblos de la presierra salmantina.
© 2017 Jaime Tello García