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JAIME TELLO GARCÍA – Geógrafo, fotógrafo y viajero

Alcañiz (Teruel)

ALCAÑIZ Durante los últimos años, Alcañiz ha alcanzado una gran fama de la que antes no gozaba de la mano de su circuito Motorland. Sin embargo, es necesario advertir que Alcañiz es y ha sido mucho más en la historia, una plaza de gran importancia en el Reino de Aragón y un conjunto urbano de primer orden en cuanto a riqueza patrimonial. Alcañiz es la capital del Bajo Aragón histórico y la segunda ciudad de la provincia de Teruel, de …

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ALCAÑIZ
Durante los últimos años, Alcañiz ha alcanzado una gran fama de la que antes no gozaba de la mano de su circuito Motorland. Sin embargo, es necesario advertir que Alcañiz es y ha sido mucho más en la historia, una plaza de gran importancia en el Reino de Aragón y un conjunto urbano de primer orden en cuanto a riqueza patrimonial. Alcañiz es la capital del Bajo Aragón histórico y la segunda ciudad de la provincia de Teruel, de cuya capital dista muchos kilómetros. En Alcañiz convergen cuatro paisajes que son Aragón en estado puro: el valle del Ebro, que se abre hacia el norte por Caspe; las serranías del Maestrazgo, que despuntan en el horizonte hacia el sur; los desiertos de Híjar y Calanda hacia poniente y, al oriente, los bosques mágicos del Matarraña y los Puertos de Beceite, profunda tierra medieval. Cuatro paisajes que, unidos en esta tierra forman el territorio más fascinante de España para el que esto escribe: Bajo Aragón zaragozano y turolense, Terra Alta catalana, Matarraña y Maestrazgo de Teruel y Castellón. Mi particular Síndrome de Stendhal.
Llegando desde Zaragoza, Alcañiz aparece como un faro indicando el camino hacia el Mediterráneo. Desde las tierras yermas del Bajo Martín, Alcañiz marca la frontera con la verde inmensidad forestal del Matarraña y el Maestrazgo, que se prolongará casi hasta el mar. Desde la lejanía, destacan dos construcciones de la ciudad: la gran mole de la Colegiata, que conoció tiempos mejores antes de la Guerra Civil; y el Castillo de los Calatravos, comenzado en el siglo XII y hoy Parador de Turismo, atalaya de paisajes infinitos sobre el valle del Gualalope. Pero si nos adentramos en el casco urbano, descubrimos un Alcañiz secreto que recuerda más a los pueblos del Bajo Aragón que a la ciudad moderna que después se construyó. Llegando desde Tarragona o Caspe, corremos el riesgo de perdernos la fabulosa entrada a la Plaza subiendo por la Calle Mayor, un escaparate del pasado medieval de la ciudad que alcanza su culmen en el Ayuntamiento, vestigio de la importancia que alcanzó la ciudad en la Corona de Aragón. Las calles que dan la espalda a la Colegiata y caen hasta el Guadalope forman un laberinto que a veces parece a punto de desmoronarse y quizá por ello, es el mejor reflejo del antiguo núcleo urbano que ha sobrevivido a varias guerras hasta nuestros días y que merecería una mejor integración y promoción en el imaginario turístico de la ciudad. Igual que la llegada desde Zaragoza impresiona por la majestuosidad de su patrimonio, las salidas hacia Caspe o Castellón trasladan al viajero a dos universos bien distintos: los paisajes casi marcianos, indómitos y solitarios a los lados de la larga carretera que conduce al Mar de Aragón; y la espesura arbolada salpicada de los bellísimos pueblos del Matarraña y el Bajo Aragón histórico hacia Vinaroz y Tarragona, que al principio comienza como un mar de almendros y pino silvestre, y acaba siendo un manto cerrado sorprendente en este rincón aragonés que uno, desde el desconocimiento, esperaría encontrar yermo y seco.
Alcañiz, crisol de la historia y los paisajes de Aragón.
© 2017 Jaime Tello García


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